MÉXICO.- Binyamin Yeshurón Sutchi no entró clandestinamente a México: no tomó una balsa en Tecún Umán (Guatemala) para cruzar el río Suchiate y desembarcar en la ribera de Ciudad Hidalgo (Chiapas). No. En cuanto salió de la cárcel en Israel, en febrero pasado, luego de 14 años de purgar una sentencia por actividades delincuenciales en su país, fue a tramitar un pasaporte. El diez de marzo de este año lo obtuvo: es el documento 33348209 del Estado de Israel, expedido en Jerusalén.
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Después de recabar dinero y comprar ropa en boutiques de un lujoso mall de Tel Aviv, adquirió un boleto de avión (aparentemente de Turkish Airlines con escala en Estambul) y, con esa identificación oficial, Ben Sutchi, de 44 años, nacido el 13 de marzo de 1975, entró a México: hay cuatro posibles fechas de ingreso, que varían según los diferentes testimonios de sus cercanos: el viernes 26 de abril, o los viernes 3, 10 ó 17 de mayo de este año.
Entró sin que nadie le pusiera obstáculos o se lo impidiera. Ingresó como si fuera cualquier turista u hombre de negocios procedente de Israel, en un vuelo comercial que aterrizó a las cuatro de la mañana en el aeropuerto de la capital mexicana (si es que usó la línea aérea turca que refirió uno de sus allegados), de acuerdo con investigaciones de israelíes en nuestro país a las cuales MILENIO tuvo acceso.
Desde el viernes pasado Milenio solicitó al Instituto Nacional de Migración (INM) que dé a conocer la fecha exacta del ingreso de Sutchi a nuestro país, pero no ha dado respuesta: funcionarias de esa dependencia de la Secretaría de Gobernación dijeron que buscan el dato.
Según testimonios recogidos en las pesquisas de los israelíes en México, Ben Sutchi y sus asociados en el país apostaron a la ineficiencia de los sistemas de información mexicanos, a la desmemoria de su caso criminal que se remonta a la década pasada, y acertaron: ninguna alarma del INM se encendió cuando el ex convicto, con antecedentes penales en Israel e imputaciones delictivas en México desde 2005, y calificado como “muy peligroso” por los cuerpos de seguridad de su país, exhibió el pasaporte con su nombre en uno de los mostradores del INM ubicados en la terminal internacional del aeropuerto de Ciudad de México.
Con el récord delictivo de Sutchi, la alarma debió aparecer en las computadoras.
Las autoridades mexicanas ya investigan si se trató de ineficiencia en los sistemas de información o de actos de corrupción de funcionarios que semanas antes pudieron haber sido sobornados por cómplices de Sutchi en México, para que cuando éste llegara a nuestro país lo dejaran pasar sin contratiempos.
En cualquier caso, los servicios de inteligencia del Estado mexicano fallaron y Ben Sutchi, recién salido de prisión, regresó a territorio nacional. Nadie en el Gobierno federal se enteró que ya estaba de vuelta en la República Mexicana, después de que había sido capturado y deportado en 2005: oficialmente ni la Secretaría de Gobernación, ni la Secretaría de Seguridad, ni la Fiscalía General de la República (FGR), ni las secretarías de la Defensa y la Marina tuvieron conocimiento de su reingreso a México.
Durante 2 meses, Sutchi hizo lo que quiso en México
Hasta que lo asesinaron el miércoles 24 de julio en Plaza Artz Pedregal, junto con su amigo y ayudante Alon Azulay, un hombre de 40 años radicado en México (vivía en Jesús del Monte 268, Residencial Los Sauces, Estado de México, a unos minutos de Interlomas), nacido en Israel el 19 de diciembre de 1978 (de acuerdo con su pasaporte número 22452048 expedido por el Estado de Israel en Ciudad de México el 9 de junio de 2016), Ben Sutchi tuvo al menos nueve semanas y media para cumplir con una encomienda que, según él, le asignaron unos hackers israelíes que conoció en prisión: recuperar 23 millones de euros, o la mayor parte de ese dinero, que los piratas cibernéticos habrían hurtado de un banco europeo y luego enviado a México, de acuerdo con sus dichos, que aparecen citados en testimonios de sus allegados obtenidos durante las investigaciones realizadas por israelíes en México, los cuales Milenio pudo revisar.
Pero, ¿qué más hizo Ben Sutchi en nuestro país durante mayo, junio y julio?
¿Estaba escondido? ¿Tenía un bajo perfil?
Las pesquisas de los israelíes en México (testimonios de miembros del círculo cercano de Sutchi y de sus empleados, así como rastreos de llamadas telefónicas y análisis de documentos) arrojan que durante dos meses y medio hizo lo que quiso. Por ejemplo, como le gustaba mucho la carne, frecuentaba conocidos restaurante en Polanco, como el Sonora Grill, el Rincón Argentino y Puerto Madero en Avenida Masaryk, así como el Sonora Grill Miyana en Ejército Nacional, de acuerdo con sus allegados.
Al menos durante una ocasión se reventó toda la noche en un antro de esa colonia, La Santa, en Masaryk.
Ben Sutchi a veces andaba por la ciudad en una moto BMW F 800 GT, la cual tiene un costo de más de 200 mil pesos, y en otras ocasiones se trasladaba en una camioneta Ford Edge, donde también viajaban un chofer y un guardaespaldas que contrató, un antiguo policía.
El israelí, según los testimonios, se rodeó de mujeres para divertirse durante todo ese tiempo. Al menos una de ellas tiene vida pública conocida, una modelo denominada Fernanda “N” en las investigaciones de los israelíes.
De acuerdo con esas mismas fuentes, que mostraron varios testimonios y documentos a Milenio, Ben Sutchi no tenía problemas de dinero: habitaba un departamento rentado en el condominio Be Grand Pedregal (el 2612), en la colonia Jardines del Pedregal, frente a TV Azteca, con un valor de 40 mil pesos mensuales. Las autoridades mexicanas indagan si él lo alquiló con su pasaporte, o fue una de sus amistades. Ahí tenía una enorme caja fuerte, de alrededor de medio metro de frente, con pacas de dólares en billetes de veinte.
No solo se la pasaba bien en Ciudad de México: durante un fin de semana largo, que inició el viernes 5 y concluyó el lunes 8 de julio, dos semanas antes de que lo ejecutaran, rentó una casa en el lujoso fraccionamiento de Las Brisas, en Acapulco (también se indaga si la alquiló él, o alguien más), a donde fue con amigos y cinco mujeres, algunas de ellas prostitutas, según las pesquisas.
Sutchi no se escondía: una noche de ese fin de semana, el sábado 6 de julio, su grupo acudió a la famosa discoteca Baby’O, donde lo vieron decenas de personas.
Una de sus amigas se retiró antes de que concluyera la noche y fue llevada a un “enorme yate” anclado en Puerto Marqués. Se averigua el nombre del dueño y si la embarcación fue rentada o usada por su propietario.
Ni miembro del Mossad ni policía, era un criminal
Lo único que le angustiaba a Ben Sutchi no era que lo detectara alguna autoridad mexicana, sino que su coche estuviera sin vigilancia y le pusieran una bomba, según varios testimonios recogidos por los israelíes. Una y otra vez Ben Sutchi insistía a su gente que no se alejaran del vehículo Ford Edge en el que viajaba, sobre todo si se acercaban motociclistas: en Israel, narraba Sutchi, según las declaraciones de testigos del caso que escuchó Mielnio, sus rivales del mundo criminal, la Familia Musli, solían poner bombas en vehículos de sus enemigos, lo cual era su caso: de acuerdo con un perfil de Ben Sutchi del Gobierno israelí, desde joven tuvo violentas rivalidades con esa organización criminal.
Horas después del homicidio de Ben Sutchi y Alon Azulay surgió una vieja historia de la década pasada que ubicaba a Sutchi como un ex agente israelí. Falso. Nunca fue miembro del Mossad, según comprobó Milenio. Tampoco era especialista en resolver secuestros, como se ha propalado en México. Ni siquiera hay registros en su país de que haya sido un humilde agente policial.
La comunidad judía en México jamás requirió sus servicios de “protección e inteligencia”, se asienta en un documento interno de ese grupo social.
“Benjamín Yeshurun Sutchi (sic) no presentó nunca ante esta comunidad credenciales que lo validaran como experto en materia de seguridad e inteligencia”, se lee en el documento, donde la comunidad niega que haya sido responsable “de su ingreso y establecimiento en el país”, ni en la década pasada, ni en este 2019.
En mayo de 2005 Ben Sutchi fue deportado desde México por conductas criminales perpetradas en Israel. En ese entonces tenía una Ficha Roja de Interpol. En México debió quedar un registro del caso. Además, el entonces Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) tenía información que compartió con la policía capitalina de que en Ciudad de México y el Estado de México, Sutchi tenía una banda que cometía actos criminales, fundamentalmente extorsiones.
Esa información no fue útil para evitar que Sutchi ingresara a México e hiciera lo que quisiera, hasta que lo ejecutaron en Artz Pedregal…
IHL