Río de Janeiro, 25 Dic.- Brasil, la potencia sudamericana, cierra un año en extremo turbulento en el que la presidenta Dilma Rousseff fue destituida y decenas de políticos fueron encarcelados por corrupción, entre ellos el presidente del Congreso, y nada garantiza que 2017 sea diferente o menos inestable.
En caída libre por una recesión que dura siete trimestres y parece no tener fin, el gigante brasileño tuvo en 2016 su año más convulso políticamente desde el fin de la dictadura militar (1964-1986), a consecuencia de un controvertido juicio político a Rousseff.
Apoyado por la entonces oposición política de centro-derecha, hoy en el poder, Rousseff dividió a Brasil entre los detractores de la mandataria –cuya gestión económica sacó a millones de personas a las calles- y los defensores de su modelo social, que en los últimos años logró sacar de la pobreza a más de 30 millones de personas.
A finales de agosto, tras semanas de revelaciones escandalosas sobre los desvíos de dinero que involucraban a Rousseff y a su antecesor Lula da Silva, el Senado votaba mayoritariamente (por 61 de los 81 senadores de la Cámara Alta) la destitución definitiva de la presidenta electa, quien había sido reelegida un año y medio antes por un margen de 3.5 millones de votos.
Su sucesor y hasta entonces vicepresidente, Michel Temer, se hizo con el poder el 13 de mayo prometiendo “devolver al país a los raíles”, pero en apenas 15 días tuvo su primera crisis de gobierno, cuando se revelaron grabaciones en las que uno de sus ministros –Romero Jucá, hoy representante del Ejecutivo en el Legislativo- defendía la destitución de Rousseff para frenar la “sangría” de la Operación Lava Jato.
En sus casi ocho meses de gobierno, Temer –que no cuenta con una sola mujer ni un negro en su gabinete y tiene una impopularidad superior al 50 por ciento- ha perdido ya a seis ministros y a uno de sus más estrechos consejeros, José Yunes, su amigo personal durante 50 años y acusado de ser su intermediario en la recepción de dinero ilícito destinado a financiar campañas políticas.
La economía sigue en recesión y este año caerá 3.5 por ciento, el desempleo sigue aumentando y crece la guerra entre poderes, fundamentalmente entre un Legislativo, plagado de políticos bajo sospecha de intentar aprobar leyes para amnistiar a diputados y senadores acusados de corrupción, y un poder Judicial que tiene que impartir justicia en la élite del poder político.
En ese escenario, 2017 se presenta con el potencial de ser igual o incluso más turbulento y no se descarta que Temer sea depuesto –o tenga que dimitir- y Brasil tenga que ir a las urnas o elegir un gobierno de transición hasta los comicios generales de 2018.