El Comisario de Seguridad Pública de Tepatitlán, Arturo Gómez Vargas, asesinado este viernes junto con su escolta, era un policía de Guadalajara que estaba comisionado con la alcaldesa, María Elena de Anda Gutiérrez.
En el oficio, se establece claramente que “hasta nueva orden y por necesidades de servicio” se le delega con la primera Edil. Se le exhorta –incluso- a no cometer omisiones o deficiencias en el ejercicio público.
El comisionado con funciones de Comisario en Tepatitlán, ingresó a la dirección de Seguridad Pública de Guadalajara en el año 2000. Fue comandante de la Unidad para la Recuperación del Estado de Derecho y la Paz (UREPAZ); responsable de Grupos Lobos –un grupo élite de la corporación-. También, estuvo a cargo de la Unidad del Zeus y al frente, de varias zonas en el municipio.
Ayer, el jefe policiaco fue sepultado el panteón Jardines del Edén que se ubica en el municipio de Tonalá. Ahí, estuvieron familiares y amigos. Al igual que en el velorio, no llegó ninguna autoridad del ayuntamiento de Tepatitlán. Solo se observaron comandantes y policías tapatíos. Al entierro, llegaron tres colaboradores del extinto director de Seguridad. La presidente municipal, María Elena de Anda Gutiérrez, tampoco asistió.
“Como dice Juan Gabriel, lo que se ve no se pregunta, no se presentó, y venimos algunos elementos. ¿Cuántos? Tres elementos, supongamos que su gente de confianza”, respondió quien trabajó de cerca con Gómez Vargas. ¿Por qué no los vemos? “Esa pregunta deberían hacérsela a la alcaldesa o un mando superior”.
De acuerdo con una de sus colaboradoras, el Comisario de Seguridad de Tepatitlán no se veía intranquilo, ni preocupado en los últimos días y horas, por lo que les resulta extraño el atentado que sufrió cuando circulaba por la carretera Guadalajara-Tepatitlán, a la altura del rancho Cuatro Milpas. Tampoco, aseguran, recibió amenazas.
“No nunca, el siempre tranquilo, información con el personal, con la ciudadanía. Siempre te saludaba de mano, lo que necesitabas tenías la confianza para acercarte a él. Era una persona de honor, de palabra”.
José, uno de sus mejores amigos, todavía recuerda cuando Arturo le compartió que lo habían recomendado para ser Comisario de Seguridad. “Yo le dije: 'no sé si te invitaron por chingón o por pendejo'”. Intercambiaron opiniones. ¿Entonces, por qué aceptó? “Muchas veces o en ocasiones no deben de decir no a la persona que te invita. No le puedes decir no”, expresó.
¿Por qué le gustaba ser policía? “La verdad yo no sé, por qué nos gusta ser policías después de cómo están las cosas. No falta quien pasa y se burla; dicen ya le dieron en la torre a otro policía, pero cuando ellos ocupan no he visto quién le llame al hombre Araña o Batman”, expresó su compañera.
Hoy ni ella, ni José, saben el por qué Arturo Gómez Vargas se trasladaba a bordo de una unidad que no traía blindaje. Desconozco. El Comisario, dicen, solía utilizar tres vehículos. “Su camioneta oficial, su 639; manejaba la Ram (en la que fue ejecutado), y una camioneta blindada azul”.
José y Arturo a diario se hablaban. Él quería regresarse a Guadalajara. De hecho “habíamos visto un terreno, un lugar para irnos a acampar y pasearnos”. Al extinto funcionario le gustaba la cacería, y le apasionaba andar en el campo. Al igual que la mujer policía, siguen sorprendidos por el homicidio. “Yo acababa de salir de turno. Iba llegando y acaba de estacionar el coche. Me dijeron 'cayó mi 01', entonces, '¿cómo que cayó? Estás jugando, es una broma de mal gusto'. Entonces, me empecé a comunicar con gente de confianza y ya nos confirman y se empieza a regar la noticia”, refiere la uniformada.
Pero todo “está raro”. De último momento, nos convocaron al homenaje del jefe y su escolta. El solía decir, “sí, ahorita te caigo; voy para allá. Yo le dije siempre, mantén la distancia, no te anuncies, tus escoltas que no sepan hacia donde te mueves”, mencionó José, un policía pensionado.
De las últimas decisiones que tomó el extinto Comisario fue la distribución de los recursos del Programa de Fortalecimiento para la Seguridad (FORTASEG). Compró radios de comunicación, uniformes, cámaras de video-vigilancia en la corporación e incluso, acaban de pintar la Comisaría.
Durante el sepelio, un sacerdote intentó dar consuelo a la familia del Comisario de Tepatitlán. “Arturo estará en lugar donde ya no le harán daño”, decía. No bastaron las palabras, esposa e hijos no dejaban de llorar. “La vida no acaba aquí, están sus hijos”, insistía el padre. Una de las mujeres policías gritó: “Adiós, comandante” y se retiró para deshacerse en lágrimas. Luego se oyó la voz de un niño que dijo: “papi, te dije que yo quería estar contigo”.