MÉXICO.- Apenas 28 meses después de iniciado el movimiento estudiantil de 1968, considerado un parteaguas del México contemporáneo, comenzó a circular.
La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska (1932), confluencia de voces, testimonio vivo, y a su vez obra pionera en el rompimiento del velo de oscuridad que el poder pretendió extender sobre los acontecimientos.
“La explosión y la alerta revolucionaria más importante”, de acuerdo con una rápida caracterización del gran escritor mexicano (y partícipe del mismo) José Revueltas.
Cincuenta años parecen pocos para esta pieza coral. Su vigor narrativo destila juventud. Es una obra que sigue siendo “oída”, más que “leída”, como apuntaron sus editores. A niveles que lo han hecho el libro más vendido de la autora y de la suma testimonial y de ficción generada a partir de las jornadas libertarias de aquel año.
Con dos ediciones, la primera con casi un centenar de reimpresiones y la segunda, corregida por la autora, producto de un litigio con el autor de Los días y los años, Luis González de Alba, resulta difícil calcular el número total de ejemplares vendidos a la fecha, y más aún el de sus lectores.
¿Un millón? 250 mil, calculó Carlos Monsiváis para 1991. Con todo, de acuerdo con tiempo y circunstancia, las reimpresiones tienen tirajes distintos, en ocasiones de cuatro mil ejemplares, en otras de ocho.
Hay incluso una “edición especial” y se esperan nuevas ediciones conmemorativas. Cifras a las que debe añadirse otra particularidad.
La noche de Tlatelolco fue, hasta la segunda mitad de la década de los 70, un libro que circulaba de mano en mano, si se quiere “comprometedor”, pese a que hacia finales de 1971 llevara ya 14 reimpresiones.
Sus primeros lectores, para entonces, fueron estudiantes, profesores, padres de familia y trabajadores participantes o testigos del movimiento.
Aún sin superarse el hermetismo de los tiempos, la herida todavía abierta, la obra comenzó a difundirse de manera más profusa. En las universidades se estudiaba, en las escuelas se alababa, no sin algo de morbo, y en muchos hogares sus voces eran tema de conversación.
“Todo es culpa de la minifalda”, se leía en voz alta; aunque también, “vi la sangre embarrada en la pared”.
Dos partes
El libro incluye una cronología del movimiento basada en los testimonios orales incluidos en sus 281 páginas, que se pueden dividir en “Ganar la noche” y “La noche de Tlatelolco”.
En su inicio la autora otorga crédito a Rosario Castellanos, por el poema escrito ex profeso para la edición y a Margarita García Flores, por aportar información proveniente de la oficina de prensa universitaria.
Reconoce también Poniatowska la autoría colectiva del testimonio y la inclusión de poemas de José Emilio Pacheco, José Carlos Becerra, Juan Bañuelos, Eduardo Santos y Octavio Paz, quienes fueron los primeros artistas en protestar por la represión y la masacre del 2 de octubre.
Se incluyen 48 fotos, además de la que ilustra la portada, que no ha sido modificada salvo en la inclusión del color, provenientes de autores anónimos o que prefirieron permanecer ausentes del crédito correspondiente.
En un “desplante de cinismo”, y por la influencia del entonces presidente Luis Echeverría, el libro fue escogido como el ganador del premio literario Xavier Villaurrutia que la autora rechazó.
“Quién va a premiar a los muertos”, dijo. La noche de Tlatelolco está dedicado “a Jan 1947-1968”, y lleva por subtítulo “Testimonios de historia oral”.
En su arranque se lee: “Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez, Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la manifestación con la misma alegría que hace apenas unos días iban a la feria: jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro estarán allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el centro de del tiro al blanco lo serán ellos”.
A medio siglo, La noche de Tlatelolco se consigue en librerías en las colecciones básica y de bolsillo, a precios entre los 300 y 150 pesos.
De entre las obras generadas por los diversos movimientos sociales vividos en el país, Carlos Monsiváis destacó de La noche de Tlatelolco el “amplio registro de su hondura emotiva (que es también conciencia política y sensación inaugural de otra cultura), que le permite al Movimiento sobrevivir al 2 de octubre”.
En el libro, “la historia, o como se llame la obstinación frente a las decisiones exterminadoras del presidente Díaz Ordaz y su aparato de aplastamiento, se vive al parecer desde el sueño, y esto, a fin de cuentas, es su garantía de permanencia”.
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