CIUDAD DE MÉXICO.- Cientos de ductos de Pemex se despliegan a lo largo del territorio nacional, cruzan tierras de cultivo, carreteras, ciudades enteras, por ahí se envía el producto importado, el que está por refinarse.
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Su carga de alto riesgo no está resguardada como sí lo hacen instalaciones altamente peligrosas como las refinerías, a la falta de seguridad se suma el mantenimiento y la antigüedad de los ductos, que los hacen prácticamente bombas de tiempo.
El ducto Tuxpan- Tula el cual explotó en Hidalgo, se construyó en 1970, cruza Veracruz e Hidalgo, donde tan sólo en 2018 se registraron 3 660 tomas clandestinas.
Otro foco rojo es el ducto Tuxpan- Azcapotzalco, data de 1974, con 30 años de existencia es el de mayor flujo al transportar 160 mil barriles de hidrocarburo al día.
El más antiguo es el de Salamanca- León, habilitado en 1952, es uno de los más expuestos para el robo de combustible, al localizarse en Guanajuato, entidad que acumuló 1 919 tomas clandestinas el año pasado.
Por eso el entramado debajo de la tierra es un peligro intermitente, apunto de explotar con cada toma clandestina.
En Tlahuelilpan, Hidalgo, un ducto de alta presión en medio de los campos de alfalfa detonó la tragedia.
JM