Fundada en 1740 en el poblado de Atotonilco, el Santuario de Jesús Nazareno esconde un tesoro al interior de los muros deslavados que alguna vez lucieron majestuosos murales, se trata de una auténtica “Capilla Sixtina Mexicana”, declarada desde hace doce años junto con San Miguel de Allende como patrimonio de la humanidad.

Se trata de uno de los centros devocionales y religiosos más grandes de México, mandado a construir por Luis Felipe Neri y financiado por importantes familias  españolas de la época; La familia De la Canal, Landeta, Saúto, Allende y Usàga, quienes se encargaron de mantener su culto.

La primera etapa de tan emblemática capilla concluye el 19 de julio 1748 con la bendición de la iglesia principal encomendada al patrono tutelar de Atotonilco; Jesús Nazareno, construcción que se vería extendida al largo de los años hasta llegar contar con 6 capillas y 3 camarines,  "Entender la joya artística que representa no puede hacerse de manera aislada, su obra arquitectónica, pictórica y literaria se entrelazan" explica la historiadora de SMA, Graciela Cruz.

Diseño Arquitectónico

Su arquitectura críptica exhorta al recogimiento por su vocación espiritual, la escasa iluminación no es casualidad, fue diseñada a través de un estudio de luces y sombras para resaltar sus bóvedas.

Se encuentra conformado por una serie de capillas adicionadas a lo largo de los años, que juntas retratan parte de la vida y del tránsito de cristo: Desde la de Belén (dedicada a la natividad de cristo) hasta la de capilla del Santo Sepulcro (referente a la resurrección y redención del mundo), se suman la capilla del Santo Cenáculo posteriormente dedicada a la virgen de la soledad (unica sin restaurar), la capilla de la Virgen de Loreto (patrona de San Miguel de Allende) y la Capilla del Rosario.

”Simbólicamente los fieles que concurren a Atotonilco pueden transitar la tierra santa sin necesidad de ir a la tierra santa, en ese sentido están representadas las capillas que forman parte de la vida y del tránsito de cristo”, narra Graciela.

Se trata de un trabajo paralelo en el que convivieron el desarrollo arquitectónico desde 1740 a 1785 con la conclusión de la última capilla y la intervención pictórica simultánea de 1748 a 1776.

Su arte pasional

El discurso de la obra se encuentra en la bóveda principal y se centra en la pasión de cristo desarrollada a través de un viacrucis con las 14 estaciones reconocidas para la época; desde la oración del huerto hasta la crucifixión, calvario y descendimiento ” Las pinturas de Atotonilco tienen que verse como si fueran escenas teatrales, donde los espectadores somos nosotros”

Es Miguel Antonio Martínez de Poca Sangre, pintor queretano a quien se le atribuye la autoría de las obras en cúpulas y muros plasmados a mano.

Por la magnitud del trabajo, se especula formó su propia escuela con los indios de la región a quienes instruyó para pintar a grandes rasgos y avocarse el a detallar las partes finas como lo son los rostros, manos y pies.

”Para la magnitud de la obra, para el detalle que tiene, para la cantidad de elementos que podemos ver a lo largo de este discurso pictórico, hemos llegado a pensar que formó una escuela de pintura”.

Para tal hazaña, el pintor trepaba en andamios de madera para llegar hasta el punto más alto, una vez ahí realizaba un estudio de la perspectiva y se disponía a  trazar a partir de un carboncillo.

Era el maestro de poca sangre quien realizaba a ojo todas las adecuaciones antes de iniciar las intervenciones con los colores; puede apreciarse el uso de tonalidades de grises y negros, además de verde, amarillo y un naranja casi oro, elaborado a partir de materiales minerales y orgánicos de tradición ancestral como lo son la cochinilla, añil y caracol púrpura recolectado de los peñascos. 

Se sabe que fueron realizados estudios del espacio, iluminación y temple antes de llevar a cabo la obra, para tal efecto se preparaban los muros pintandolos de color “Blanco España”, una vez consolidados era intervenirlos tramo por tramo.

Arte literario plasmados en sus muros:

Encierra además arte literario representado por sonetos pintados en los arcos torales que dividen los muros; cada cuarteto está relacionado con las escenas plasmadas, obras maestras de la poesía barroca escritas del puño y alma de Luis Felipe Neri de Alfaro. 

Atotonilco testigo de la historia:

Su paso por la historia quedó plasmado al ser testigo del nacimiento del movimiento de independencia en 1810, con la llegada del ejército insurgente que realizó en Atotonilco una de sus paradas rumbo a Guanajuato Capital, fue aquí donde se tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe como símbolo de lucha.

Siendo el capellán Remigio González quien recibe a la tropa a su paso "Hay dos versiones, la más conocida que es parte de la historia oficial que es que hidalgo entra tras beber chocolate en la casa del capellán ubicada frente a la iglesia, entra a la iglesia principal, toma el estandarte, lo saca y grita las vivas al movimiento".

El valor de esta joya es mayor por su estado de conservación, su sentido histórico, su valor artístico y por su puesto por ser uno de los centros devocionales y religiosos más grandes de México. Actualmente una asociación civil apoyada de las autoridades se ha encargado de conservar y restaurar este sitio desde hace 20 años.

A lo largo de su historia solo se ha cerrado al público durante dos ocasiones; la primera durante la guerra de reforma durante un periodo de 1925 a 1929 tras la persecución del estado para con la iglesia y actualmente por la pandemia de covid-19.