Sin utilizar maquinaria pesada, un grupo de no más de 15 personas buscan a alguien bajo los escombros de la escuela Enrique Rébsamen.
La información se reduce a posibilidades, a indicios, señales que dan pequeñas luces de esperanza que con cada minuto que pasa se vuelve cada vez más tenue.
Pareciera una certeza que quien permanece atrapada y con vida es María Reina Dávila. Pero ya nadie se atreve a asegurarlo. La familia de la empleada de intendencia es la única que deambula por la zona de desastre.
Los esfuerzos ahora se centran en que los perros de rescate logren, a través de perforaciones en el techo, una señal de vida.
Las 72 horas clave para realizar el salvamento ya transcurrieron. En momentos parece que la esperanza se reduce; sin embargo, el ánimo se retoma cuando los perros siguen marcando a una persona con posibilidades de sobrevivir.
Afuera, donde solo llegan rumores a los voluntarios, hay quienes no solo ayudan con comida, bebidas y dulces. También les echan porras a los marinos, aplauden a los soldados y les piden con euforia poner en alto el nombre de México.
Las horas pasan y la lucha ahora es contra el tiempo y el concreto que no cede a los martillazos mecánicos.
Los esfuerzos de los especialistas de la Marina se hacen más intensos con el apoyo de los canes que olfatean desesperados. Aunque los ánimos están bajos, todavía hay ganas de continuar.
La gruesa pieza de concreto ha empezado a ceder, todos esperan que no sea demasiado tarde. Y si así fuera, ya hay peritos esperando hacer su labor.
Es alguien bajo los escombros, alguien que ya rebasó las 72 horas claves para un rescate de vida o muerte.