En plena emergencia por la ola de calor, un asentamiento irregular, como Tres Reinas, aquí en Hermosillo, padece las inclemencias de los 45 grados centígrados que hay. Con energía eléctrica intermitente y apenas mil 500 litros de agua para 600 familias, que llegan en una sola pipa a la semana, las altas temperaturas se hacen insoportables para los habitantes del lugar.
Las casas que hay en estos terrenos invadidos no tienen servicios. El tendido de luz se sostiene de diablitos que se truenan constantemente por las sobrecargas. Obviamente no hay agua potable.
La pipa que llega semanalmente la manda el ayuntamiento de Hermosillo, pero es insuficiente. Quienes no tienen refrigerador compran hielo y así conservan los alimentos. Aquellos a quienes no se les ha tronado el frigo, a consecuencia de las constantes sobrecargas, son privilegiados y hasta se dan el lujo de vender congeladas a los niños que juegan descalzos en el piso de tierra ardiente.
Hasta hace una semana, Sonora, donde en 64 de sus 72 municipios hay una emergencia declarada por la ola de calor, han muerto dos jornaleros, un migrantes y tres adultos mayores.
La Dirección de Epidemiología de la secretaría de Salud estatal ha reportado además 115 casos de insolación, golpe de calor y otras enfermedades derivadas de las altas temperaturas que han llegado hasta los 53 grados en algunas zonas desérticas.
A la comunidad de Miguel Alemán, ubicada a unos 50 kilómetros de la capital sonorense, llegan anualmente hasta 40 mil jornaleros a los campos agrícolas de la costa. Aunque la época de mayores temperaturas no coincide con la de siembra, entre julio y septiembre hay algunos trabajadores que se hacen cargo de vigilar los extensos cultivos.
Empleados, patrones y el sindicato de jornaleros Salvador Alvarado se organizan para evitar que el calor cause estragos. Las jornadas laborales comienzan entre 5 y 6 de la mañana y concluyen antes de las 11 para evitar el golpe de calor.
Aunque aún hay casos, la mayoría de los trabajadores del campo cuentan con seguro social y reciben atención médica en una clínica del sector salud que en ocasiones se hace insuficiente para la tan alta demanda.
“Nosotros siempre estamos solicitando apoyo al gobierno, es una clínica chica. Yo no sé si tengan bodegas pero lo que sí sé es que no tenemos ni paracetamol, el servicios del cuerpo médico es magnífico, pero si a ellos no les dan las herramientas para hacer un buen trabajo”, afirma Juan Narciso Urías, secretario del Trabajo del sindicato de jornaleros agrícolas Salvador Alvarado.
Sin embargo, los jornaleros también tomas sus previsiones para hacer frente al calor. Se cubren el cuerpo y rostro con ropa gruesa y llevan a los campos botellas de agua congelada para que les dure toda la jornada.
Cuando uno de los jornaleros comienza a sentirse mal, de inmediato es atendido por el jefe de la cuadrilla.
“Lo que hacemos es que nos traen suero y agua y depende de cómo veo que está el clima les doy receso para que se repongan”, cuenta Rosalba Rodríguez, cuadrillera de un grupo de mujeres que supervisan los campos de vid.
El calor tampoco es bueno para su economía porque hay días que de plano no pueden trabajar por el calor tan extremo. Un día no trabajado es un día no pagado y quienes tienen hijos son las que más lo padecen.
“Es algo pesado pero tenemos que hacerlo porque de eso vivimos, si no trabajamos un día porque esté haciendo mucho calor pues ya ese día nos hace falta”, afirmó e Urías.
Dénica Cruz, directora de Epidemiología de la Secretaría de Salud de Sonora, afirma que 70 por ciento de los casos por golpe de calor se registran en las alcaldías de Hermosillo y Guaymas.