Alejandra tuvo que adaptar su área de trabajo para que Renata, su hija, pudiera tomar sus clases de manera virtual. Al interior de un puesto de lonches y tacos ubicado en la colonia Moderna, Renata está aprendiendo a leer.
Desde las 8 de la mañana dan inicio las clases. Alejandra hace doble esfuerzo: mientras atiende a la clientela, no deja de estar al pendiente de las indicaciones que le dan los tutores a la niña. Se siente exhausta y a veces estresada. Y esto es sólo la mitad del trabajo.
"Tenemos que estar en el negocio aquí con la niña, tengo otros dos niños en la casa con clases en línea y es estar aquí atendiendo, cuidando que la niña haga bien las cosas, llegar a la casa y ver a los niños que hayan hecho todo. Sí está complicado", dice.
Renata cursa el primer año de primaria, no logra familiarizarse y mucho menos concentrarse en las clases. El sonido de los carros que circulan por la calle la distraen. Todavía no sabe leer. Su madre mencionó que la pequeña no aprendió nada en el anterior ciclo escolar, que por cierto, concluyo en casa por la pandemia de covid-19.
Su esposo y ella tuvieron que hacer una inversión doble al contratar el servicio de internet y comprar una computadora para que Renata prosiga con sus estudios. "Contraté internet aquí en mi casa y pues sí compramos una lap, y tengo que tener tres porque la verdad es que con el celular no se puede, porque dicen que no se ve, que no se escucha", explica Alejandra.
Algunas veces, es la 1 de la tarde y Alejandra apenas está desayunando. En ocasiones su esposo, que también labora junto con ella en el puesto de comida, intercambia papeles con su esposa y la apoya en el aprendizaje de Renata. No es suficiente y ambos desean que pronto las cosas sean como antes de la emergencia sanitaria.
"¿Y por qué no abrir las escuelas, o por qué [no] un día sí y otro no, o por qué no separarlos?", sugiere. "Yo pienso, pues porque ya todo mundo lleva a los niños a todos lados".
CGE