MONTERREY.- La estepa blanca luce como una hermosa postal difícil de encontrar en Nuevo León. Pero, no todo es bellos paisajes, pues la otra cara de la moneda muestra la soledad de los olvidados. El frío de la indiferencia.
Icamole es una de las comunidades de García. Conocido como un sitio lleno de historia arqueológica, también cuenta con apenas unas decenas de habitantes que luchan por sobrevivir. Aunque la onda gélida vuelve más complicada esta labor.
Para llegar a Icamole basta conducir una hora desde el centro de Monterrey. El blanco de la nieve que tiñó el páramo es tan inusual como atrapante. De hecho, para quienes viven aquí, literalmente es atrapante. No hay salida ni escapatoria.
Ellos viven del turismo el fin de semana. Se ganan la vida vendiendo pollos asados, aunque la pandemia y el cierre de los negocios en domingo los arrinconaron en la desolación. Por que sí, ellos también cierran los domingos. Don Feliciano sabe que la vida no es sencilla. Desde niño lo supo. Cría gallinas y come con sus dos niños y su esposa el huevo que las aves depositan. Recolectan leña del monte que esperan vender.
Pero la onda gélida sepultó todo trabajo posible. Para resguardarse del frío y la nieve hacen una pequeña fogata. Por las noches las brasas las llevan a su casa.Irónicamente uno de sus mayores ingresos es la fabricación de cera para velas, a través de la candelilla; una planta que recolectan en el campo. Recolectan la planta y extraen la cera con un largo y extenuante proceso para venderla. Se ganan 80 pesos por kilo de candelilla, que con suerte suman 700 pesos por semana.
Feliciano nació y creció en Icamole. No le sorprende esta vida. Es la única que conoce. Por eso cuando pide apoyo, no es para él ni para sus hijos. Sino para quienes, contrario a él, ya no tienen fuerza para seguir luchando. Incluso las bellas postales blancas de Nuevo León tienen su lado oscuro. Y no hay peor frío que el de la indiferencia.
Rod