Falta menos de una semana para que se festeje en grande un aniversario más del inicio de la lucha de independencia, y los motivos tricolores ya pueden apreciarse por calles, vehículos y oficinas de gobierno.
Algunas esquinas del primer cuadro de la ciudad albergan rudimentarios carritos con bases tubulares y estructuras de madera, de donde penden cientos de banderitas tricolores, así como cornetas, tambores, peluches y demás parafernalia para festejar la noche mexicana.
Pero… ¿de dónde ha salido todo eso? Patricio Jacinto, quien atiende uno de estos comercios ambulantes lo revela: de un pequeño poblado del Estado de México, ubicado entre Toluca y Naucalpan. Su nombre, Santa Ana Jilotzingo.
En lo que se ha convertido ya en una tradición por más de dos generaciones, decenas de talleres familiares se dedican a confeccionar desde hace tres o cuatro meses modelos de banderas de distintos precios y dimensiones, que se encargarán de engalanar desde triciclos, motocicletas, automóviles, fachadas de edificios y azoteas de casas por todo el país.
En un principio reacio a platicar, después de unos minutos y la compra de un par de banderitas y un colgante, El Pato, como le dicen, comenta que cada año salen en caravana a distintas ciudades de la República. Recientemente ha estado en Guadalajara, Morelia, y en esta ocasión le tocó la ciudad de León.
Asegura que todas las banderas son elaboradas por manos mexiquenses, y pide no confundirlas con las de manufactura china. Se las reconoce por la tela más gruesa y la calidad del estampado, según explicó.
Así que la noche del próximo domingo, quizá no estaría de más gritar: ¡Viva Santa Ana Jilotzingo, que nos trajo colorido a la ciudad!
¡Viva!