En el Centro de Guadalajara hay 327 niños y adolescentes que trabajan en las calles; en algunos casos comienzan como acompañantes de sus padres desde que tienen meses de edad, de acuerdo al conteo de investigación que presentó la asociación civil MAMÁ A.C.
“Los niños empiezan a laborar desde bebés, como niños acompañantes y de los cinco a los 17 los empezamos a atender nosotros, pero antes de lo cinco años son acompañantes y están en la calle”, explicó Gilberto Arias Bravo, director general de la asociación civil.
MAMÁ A.C. es una fundación de ayuda para niñas, niños y adolescentes en situación de calle. Durante 30 años, a través de acciones humanitarias y programas educativos, ha buscado mejorar las condiciones de vida de los menores que laboran en las calles de la Perla Tapatía.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Información, existen dos tipos de trabajos que desempeñan los menores de edad, uno es el doméstico y otro el económico, éste último es el que desempeñan en la vía pública.
Arias Bravo aseguró que, según la experiencia de la fundación, la mayoría de los niños que trabajan en las calles lo hacen por necesidad económica y no tanto por explotación de los padres, ya que viven en pobreza extrema y el trabajo que realizan es para subsistir y apoyar a su familia, “uno de cada 10 padres tienen una explotación de los hijos, pero el resto son familias que viven en pobreza extrema”, comenta Arias Bravo.
Los menores venden diversos artículos como chicles, dulces, comida o bisutería. Ángel Daniel Morales García, tiene 10 años y trabaja en la calle desde los tres años de edad. “Vendiendo chicles, chocolates, dulces y algunas cosas más. Aún un poco lo sigo haciendo para trabajar y darle dinero a mi mamá, trabajo cuando estoy libre y no hay nada que hacer en la escuela. A veces me canso por andar trabajando de aquí para allá y por el sol”, comenta Ángel Daniel, quien calculó que gana entre 20 y 30 pesos al día, y quiere ser bombero o tener una fábrica de dulces cuando sea grande.
Ángel Daniel forma parte de MAMÁ A.C., donde, dice, aprende y se divierte: “Cuando otras escuelas no me aceptaban, llegó la bendición de MAMÁ A.C. y luego mi mamá me inscribió y listo, aquí estoy en MAMÁ A.C. y me divierto un montón y estudio un montón de cosas”.
Pero los pequeños que trabajan en la calle no solo venden artículos, a veces hacen malabares o trucos, como en el caso de Elma Eulalia, de 9 años. Ella está aprendiendo a leer, gracias a MAMÁ A.C., no va a una escuela normal, ya que pasa la mayor parte de su tiempo dando marometas en la calle.
Su sueño más grande es ser policía y viajar a Estados Unidos para conocer a su abuela. “Yo daba marometas desde que tenía los cuatro. En un día dando marometas saco 200 pesos. Yo le doy todo a mi mamá para que ella se lo quede porque también, la casa tenemos que pagar y también tenemos que pagar las medicinas, la escuela”, compartió.
En México hay 2 millones 475 mil 989 niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años que realizan alguna actividad económica, el 70 por ciento son niños y el 30 por ciento niñas. Los niños que laboran en las calles son vulnerables a accidentes y todo tipo de abusos, reconoció el director de la asociación, “la vulnerabilidad es total, están en frente de los carros. Son los niños que nos encontramos en los camellones, haciendo piruetas en mendicidad o con alguna actividad económica. Algunos son wixáricas y vienen a vender sus artesanías. Están expuestos al abuso de todo tipo y muchos de ellos han sido abandonados por el papá, la mamá o estás solos”, dijo.
Detalló que el trabajar en la calle es una desesperanza aprendida porque los padres también hicieron esto de niños, creen que está bien y replican el patrón con sus hijos. Esto puede repetirse por generaciones, pero el principal objetivo de la asociación es romper ese molde de la desesperanza aprendida para que el niño se supere mediante la educación y logre salir de este círculo.