MONTERREY.- Rubén Chirinos un agricultor de 55 años vivía en Tegucigalpa, Honduras, pero tuvo que abandonar su trabajo buscando refugio en Nuevo León por las bandas que circulaban, ya que asesinaron a sangre fría a su hija para después hacerle lo mismo a él.
En la entrevista con MILENIO junto al aval de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Ruben explicó que solo llego con unos cuantos pesos, ya que debió cambiar su lempira hondureña (moneda de su país de origen) por quetzal guatemalteco (moneda de Guatemala) para abordar el techo de un tren rumbo a México.
“Mire, yo soy agricultor, el motivo de haber venido para acá fue buscar refugio, porque me mataron a una hija y los maleantes andaban tras de mí después; no tuve otra alternativa que emigrar de mi país por esa razón”, recordó el hombre mientras apuntaba a uno de los tantos cerros que se divisan en el área metropolitana, con un palillo de dientes.
Explicó que al bajar del tren en la frontera sur de México, de inmediato buscó refugio con el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) se lo concedió, motivo por el cual se sumó a Acnur y Casa Monarca.
“Me brindaban comida y siempre nos daban ropa, zapatos y cuando uno viene de otro país y a veces no ha pasado por el lugar que ha pasado pues tiene miedito. Tenga cuidado que así y así puede sucederle algo.
“Hemos ido en este proceso bien, soy agricultor, me gusta sembrar todo lo que es verdura, maíz, frijoles y arroz y solo eso. Aquí en Nuevo León, he trabajado en la construcción pero de ayudante, realmente de lo que salga, porque (solo) llegué a tercer grado de primaria”, añadió.
Rubén contó que uno de sus sueños es traer a Nuevo León a su hijo de siete años, y aunque sabe que es muy peligroso porque las pandillas de la frontera cazan a los migrantes que huyen, luchará por estar con su vástago.
“Mi familia es pequeña, bueno, en mi hogar es pequeña, pero de mis hermanos es un poco grandecita, somos ocho hermanos, pero falleció la más pequeñita; mi mamá falleció y mi papá tiene 88 años, siempre le hablo y me gusta comunicarme con él para decirle cómo me encuentro y saber cómo está él”, lo dice mientras suspira y toma sus lentes.
La integración local que Acnur y Casa Monarca abarca lo legal porque se les otorga a quienes migran progresivamente un rango más amplio de derechos, similares a aquellos disfrutados por los ciudadanos, que lleva eventualmente a obtener la residencia permanente.
Esto quiere decir que los refugiados se vuelven menos dependientes de la asistencia del país de asilo o de la asistencia humanitaria, y son cada vez más autosuficientes, de manera que pueden ayudarse a ellos mismos y contribuir a la economía local.
Para que los refugiados logren cumplir con la integración local, Acnur ofrece un recorrido a un determinado número de personas a los municipios metropolitanos con el fin de que renten un cuarto, consigan trabajo y paguen impuestos.
Durante el recorrido, MILENIO corroboró que Rubén estaba perdido porque deseaba ir a García, pero terminó en un cerro de Escobedo, por lo que Acnur lo orientó y se dirigieron hacía la dirección de origen.
Esta es solo una historia de las 3 mil 800 personas refugiadas de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Haití y Guatemala en el programa de integración local y que han solicitado asilo en México.
De acuerdo con la oficina, la migración se ha originado a raíz de las problemáticas de su país con el crimen organizado, por cuestiones de persecución, por violencia basada en género o amenazas de las pandillas.
El pasado 8 de septiembre, y en exclusiva para MILENIO, Shant Dermegerditchian, jefe de la suboficina del Acnur en Nuevo León, detalló que dentro de las 3 mil 800 personas refugiadas, 58 por ciento son hombres y 42 por ciento, mujeres; agregó que hay tres soluciones para atender a los refugiados: la integración local, repatriación voluntaria y reasentamiento.
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