MONTERREY.- Durante 35 años Arturo Santoscoy Chávez acarició el sueño de tener un Museo del Dulce, y cuando por fin lo logró, apareció el virus del Covid-19, que trajo una pandemia que obligó a cerrar todo.
Hace 10 meses, el Museo del Dulce cerró sus puertas en el Paseo Santa Lucía, con la esperanza de que no sea para siempre.
Pero la pandemia no acabó con el espíritu emprendedor de Arturo Santoscoy, quien proviene de una familia de tres generaciones de dulceros.
Ahí en su casa, sobre la calle Sinaloa 1608 de la colonia Ancira, colocó el cazo y el mechero y sigue haciendo unos deliciosos garapiñados de nuez, que le dan un suave aroma a toda la calle.
No es igual, advierte Arturo, pues por la pandemia tuvo que cerrar también su puesto semifijo en el Parque Fundidora.
El Museo del Dulce lo creó con apoyo de su familia, sin ningún tipo de apoyo oficial, para contar la historia del dulce regional.
Afortunadamente el patronato no le cobra renta mientras permanezca cerrado por la pandemia, Y eso le da esperanzas de volverlo a abrir.
Por ahora lo importante es sobrevivir, y aunque tiene mucho menos venta en su casa, tiene la esperanza en el futuro, que se refleja en su nieta Renata, quien a sus 2 años ya vende dulces.
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