MONTERREY.- Aunque muchos lo nieguen, incluyendo las autoridades, desde las últimas décadas del siglo XX, Nuevo León ha sido el estado preferido por los capos de la mafia.
Muchos de ellos se han establecido en el municipio más progresista de todo el país, San Pedro Garza García, sin que nadie se percate de su nociva presencia.
Se camuflan, aparentado ser honestos empresarios y con estudiadas estrategias se instalan junto con sus familias y así es más difícil detectarlos.
Se ha comprobado que los huéspedes han habitado el municipio han sido Juan García Ábrego, Eudelio López Falcón "El Yeyo", Héctor Huerta, alias "La Burra", Omar Treviño Morales, alias "El Z42", por decir los más recientes.
Incluso en 1999, el bien recordado Marcelo Garza y Garza, cuando era delegado de la PGR en Nuevo León, dijo que estaba comprobado que en Monterrey había operadores financieros de cárteles.
El tiempo le dio la razón, al grado que cuando era director de la AEI fue ejecutado el 6 de septiembre del 2006, precisamente por combatir a los capos del crimen organizado.
Pero ni la muerte de valerosos policías ni las estrategias de las autoridades para combatir a los mafiosos han dado resultado.
Los capos con el poder de su dinero, de sus potentes armas y de su denotada crueldad han logrado reclutar a cientos de personas para engrosar las filas en sus organizaciones criminales.
Se podría pensar que los que aceptan "trabajar" con ellos son personas con antecedentes, delincuentes o jóvenes ambiciosos que les gusta la droga y el dinero fácil.
Lamentablemente también personas gratas, de buenas familias, exitosos profesionistas y admirables catedráticos, se han dejado atrapar por el mundo del narco.
Es el caso del economista Eduardo Reséndez Muñoz, quien en las décadas de los años ochenta y noventa del siglo pasado destacó en la industria y en el gobierno por su talento y avanzados estudios.
Reséndez Muñoz nació el 13 de octubre de 1949, en Tampico, Tamaulipas. Realizó sus estudios en Monterrey, donde obtuvo su título de abogado en la Facultad de Derecho de la UANL.
Hizo sus estudios de maestría y doctorado en la Especialidad de Finanzas Públicas de la Facultad de Derecho y Economía en la Universidad de París La Sorbona.
Gracias a su talento y preparación fue catedrático de la UANL y del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (Itesm) y un destacado militante del PRI.
Fungió como secretario de Provileón en el gobierno de Jorge Treviño Martínez. Fue director administrativo de la Casa de la Moneda y asesor del subsecretario de Gobernación, Jesús Dávila Narro.
Laboró en Imevisión, fue editorialista en un periódico local de Monterrey. En 1989 publicó el libro: Política e impuestos: visión histórica, con Editorial Porrúa.
Bien se podía decir que Eduardo Reséndez Muñoz no solo era un triunfador, sino una persona respetada y admirada.
Estaba casado con la señora Bertha Adriana Hernández Cruz, vivían en la calle de Corinto, en la colonia Jardines de San Agustín. Formaban un matrimonio feliz.
Sin embargo, Reséndez Muñoz parecía estar ávido de dinero, de mucho dinero que nunca tendría trabajando de manera honrada.
Su ambición pudo más que su ética. Un poderoso capo que conocía su trayectoria profesional le hizo una proposición: trabajar para el cártel de Juárez.
Pero no como sicario, sino como el cerebro financiero. No se mancharía las manos de sangre ni transportaría droga. Utilizaría sus conocimientos para lavar dinero.
Reséndez Muñoz no pudo despreciar la oferta. En la primera cita le dieron tanto dinero, que sin pensarlo mucho aceptó. Le habían llegado al precio.
Al conocer de materia financiera presentó a sus nuevos socios el plan de "trabajo" que tenía para lavar dinero sin que nadie lo pudiera detectar ni sospechar.
También había pactado que su nombre quedaría en el anonimato. Eso lo tranquilizaba. Ocultando la verdad a su esposa, le dijo que trabajaría para unos empresarios.
Además de un excelente sueldo, le darían acciones de las empresas que emprendiera. Debido a sus conocimientos de la materia financiera abrió varias casas de cambio en San Pedro y Monterrey.
Los capos del cártel de Juárez se sintieron felices y satisfechos. Las casas de cambio eran en negocio perfecto para lavar dinero.
Aunque Reséndez Muñoz siempre había vivido bien, ahora le sobraba dinero. Para agradar a su esposa compró una casa más lujosa y más grande, muebles, camionetas y autos de lujo.
Más servidumbre. Choferes, jardineros, mozos, sirvientas y hasta ama de llaves para que se encargara de todas las necesidades de la casa.
Aunque el cambio fue notorio, nadie podía sospechar de que estuviera involucrado en negocios turbios, pues bien conocían la calidad de persona que era.
Con la premura de lavar más dinero, Reséndez Muñoz adquirió la papelera Laksmi, ubicada en el municipio de Santa Catarina.
Ese nuevo negocio también los benefició, pues pagaban a empleados, impuestos, servicios y se negociaba con la compra y venta de varias clases de papel.
La papelera era como un escudo para Reséndez pues, al igual que las casas de cambio, estaban al margen de la ley. Eso lo acreditaba como un próspero comerciante.
Las ganancias económicas eran descomunales. Lo más importante era que durante el tiempo que llevaba de ser el cerebro financiero del cártel de Juárez, nadie sospechaba.
Reséndez estaba tranquilo. Ni siquiera tenía juntas o pláticas con los capos del cártel. Los resultados y avances de los "negocios" los hacían con llamadas claves y empleados discretos.
Pero cuando más confiado estaba, recibió la orden para que en la empresa papelera que tenía grandes bodegas, también se utilizara para almacenar droga.
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