Residentes de La Mora meditan dejar su comunidad tras ataque a los LeBarón

La que había sido una existencia pacífica en un fértil valle rodeado de montañas en la frontera con Arizona se tornó cada vez más peligrosa en los últimos años debido a que los cárteles del narcotráfico.

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SONORA. — Los estadounidenses que viven en una pequeña comunidad agrícola en México fundada por sus ancestros mormones están sopesando si se quedan o se van tras enterrar a algunos de los nueve niños y mujeres masacrados esta semana por narcotraficantes en una emboscada.

 

La que había sido una existencia pacífica en un fértil valle rodeado de montañas escabrosas y matorrales del desierto a unos 112 kilómetros de la frontera con Arizona se tornó cada vez más peligrosa en los últimos años debido a que los cárteles del narcotráfico ejercían su poder y se enfrentaban entre sí en el estado de Sonora.

 

Pero La Mora, una aldea de unas 300 personas donde los habitantes crían ganado y cultivan granadas, “cambiará para siempre” tras los asesinatos del lunes, ocurridos mientras las mujeres iban con sus hijos a visitar a unos parientes, dijo David Langford entre lágrimas mientras hablaba ante los asistentes al sepelio de su esposa, Dawna Ray Langford, y sus hijos de 11 y 2 años.

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"Una de las cosas más preciadas en nuestras vidas es la seguridad de nuestra familia”, dijo Langford. "Y no me sentiré seguro. Ya van varios años que no me siento seguro aquí”.

 

Los cuerpos de Rhonita Miller y cuatro de sus hijos fueron trasladados el viernes en una caravana de camionetas por el mismo camino de tierra donde fueron asesinados, para su entierro en la comunidad Colonia LeBarón, en el estado de Chihuahua.

 

Muchos habitantes de las dos comunidades para ir de una a otra se requiere recorrer caminos no pavimentados durante cinco horas están emparentados. Se consideran mormones, pero no están afiliados a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y muchos tienen doble ciudadanía: estadounidense y mexicana.

 

Tres ataúdes sencillos de madera llegaron a un cementerio a kilómetro y medio (una milla) al este de Colonia LeBarón, junto a un camino rural flanqueado por campos de algodón.

 

Kenny Miller, el suegro de Rhonita Miller, dijo que ella era “como un ángel” y los niños “angelitos”.

 

Miller señaló que, ahora que los ojos del mundo están sobre los impactantes ataques, espera que sus fallecimientos no sean en vano y sirvan para destacar lo que considera una preocupación a nivel nacional en la que miles de mexicanos lamentan la pérdida de seres queridos muertos o desaparecidos, con cifras récord de homicidios.

“Aquí hay terroristas”, afirmó.

 

“Me gustaría que esto sea utilizado para la gente que no tiene voz”, dijo Miller, “y creo que ‘Nita’ lo aprobaría sin reservas”.

 

Los ataúdes fueron colocados en tres tumbas debajo de carpas blancas colocadas para proteger a los asistentes de la lluvia intermitente. “Nita”, como le decían de cariño, fue colocada en el sepulcro del centro con los restos de sus mellizos de 8 meses, Titus y Tiana, en sus brazos. Howard Jr., de 12 años, y Kristal, de 10, fueron enterrados cada uno en su ataúd a ambos lados de su mamá.

 

 

 

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