La presencia de Félix Santiago es la única señal de vida a un costado de la desierta plaza principal de Santa Magdalena Jicotlán. Vigila la zona que parece estar abandonada. Es el municipio más pequeño y menos poblado del país.
Félix es el único policía que tiene el municipio de Magdalena Jicotlán y no porta uniforme ni armas. Es la única persona que a las diez de la mañana camina por la plaza principal.
“Es muy tranquilo, hasta ahorita no ha habido asaltos, robos ni algo que lamentar; aquí no se da eso, es muy tranquilo”, comenta.
Santa Magdalena Jicotlán se ubica a unos 174 kilómetros de la capital oaxaqueña y para llegar hay que viajar horas por carretera y seguir después un largo camino de terracería.
De acuerdo con el último Censo de Población y Vivienda de 2015, aquí viven 86 personas, que en su mayoría se dedican a sembrar en el campo para autoconsumo.
Jicotlán fue una de las primeras comunidades que se fundaron en la región mixteca. Su iglesia, de estilo barroco, terminó de construirse en 1734, dice Moisés Cruz, su presidente municipal, quien por cierto fue electo con apenas 22 sufragios.
Según sus registros, en 1900 habían alrededor de 600 habitantes, un número que a través de los años fue cayendo: “En los 80 comenzaron a migrar a Ciudad de México, Estado de México, Veracruz, Puebla y otros más a Estados Unidos, debido a la falta de escuelas y trabajo”, precisó.
De las 86 personas que habitan en Magdalena, 50 son mujeres y 36 hombres. Aquí habitan solamente 10 niños y hace seis años que no se registran nacimientos.
Los niños de este municipio migran al terminar la su educación primaria porque no hay secundaria. Solo hay un salón con 10 pequeños de distintos grados. El kínder cerró porque no hay nadie en edad preescolar.
En este municipio no hay supermercados, solo una tienda despachada por Leticia Márquez, quien cuenta que ya se prepara para ver partir del pueblo a su hijo de 11 años, de la misma forma que a su esposo y hermanos.
“Si hubiera escuelas y un trabajo bien aquí de planta, creo que la gente no se iría, se quedaría. Da tristeza porque se queda uno solo, se va mucha gente”, asegura.
Jicotlán tiene un centro de salud vacío, con medicamentos caducos y equipado modesto. El médico pisa el municipio una vez al mes, por eso si alguien enferma tiene que viajar casi tres horas hasta la capital.
Santa Magdalena Jicotlán es conocido en la región como El pueblo fantasma. El silencio que reina en este municipio solo se rompe por el zumbar del viento, el trinar de los pájaros y el sonido del reloj que cada hora anuncia su presencia.
Las calles y plaza de este pequeño municipio son limpias y ordenadas. Los árboles y jardines perfectamente podados.
Para lograrlo, la comunidad se organiza con “el tequio” o el trabajo colectivo que todo vecino de un pueblo debe a su comunidad.
Cuando los pocos hombres de Jicotlán terminan su jornada de trabajo en el campo, visitan a doña Juanita Cruz, ella tiene 82 años y 70 sirviendo tragos en el único bar del lugar.
Sirve cervezas, refrescos y “amarguitos”, una bebida fuerte de licor y frutas como la guayaba, cómo le enseñó su mamá.
He visto partir a mi familia, pero yo me quedaré.
“Ay mi pueblito tan chiquito. Todo me gusta, por eso estoy aquí. Creo cuando muera, entonces sí, dejo mi pueblito”, comenta.
La palabra Jicotlán se compone de las voces del nahuátl: xicatl, que significa avispa, y tlan, lugar, que podría traducirse como “Lugar de avispas”.