MÉXICO. - Es la madrugada del 9 de abril. La 1:58 am para ser exactos. La emergencia sanitaria por el covid-19 mantiene a la mayoría de los aviones en tierra. El tráfico aéreo en partes de México ha disminuido casi a cero. Pero de repente, un pequeño avión parece desobedecer esa calma.
Da vueltas en una de las zonas más violentas del país: el llamado Triángulo de las Bermudas en Guanajuato, donde opera José Antonio Yépez Ortiz, El Marro, líder del Cártel de Santa Rosa de Lima.
Es una aeronave de la Fuerza Aérea Mexicana. Pareciera que las autoridades aprovecharon la calma de la contingencia, el vacío de las calles y la inactividad para cazar al rey del robo de combustible. Pero no.
Fuentes de primer nivel consultadas por MILENIO confirmaron que solo se trata de un dron que habitualmente supervisa la zona, pero alguien ha cometido un error: olvidó apagar el transponder, el dispositivo con el que es posible rastrearlo y ahora es visible para cualquiera.
MILENIO confirmó que estos drones, que no son como los que comúnmente conocemos sino avionetas no tripuladas, son la nueva arma de las corporaciones de seguridad federal y algunas estatales para vigilar a sus enemigos, de manera sutil, casi invisible entre los cielos.
El Ejército, la Marina, la Policía Federal y el Consejo Nacional de Inteligencia incrementaron el uso de estos equipos desde el año pasado. Son de origen israelita, de la compañía RAFAEL.
Las cámaras son estadunidenses: de alta resolución, con capacidad para alcanzar grandes alturas y totalmente silenciosas que les permiten rastrear a integrantes del crimen organizado sin ser detectados.
Uno de los modelos utilizados por la Secretaría de Marina son los Arcturus T-20 considerado “un avión de rango medio no tripulado, totalmente compuesto, con cargas útiles internas y externas.
Está equipado con una cámara retráctil montada en un cardán, estabilizada digitalmente, electroóptica e infrarroja que transmite video en tiempo real. “Cuenta con un motor de gasolina de cuatro tiempos con inyección de combustible y quema dos libras de combustible por hora de vuelo.
Es capaz de aterrizar en caminos de tierra, hierba, desierto o grava”. Mide tres metros de largo por uno de alto y pesa alrededor de 84 kilos.
Puede volar a 139 kilómetros por hora hasta por 24 horas continuas y alcanza las 55 millas de altura. Esta aeronave no tripulada se utilizó por primera vez en enero de 2009 por la Marina de Estados Unidos.
Algunos gobiernos estatales también han comenzado a utilizarlos, aunque a diferencia de los israelitas de las fuerzas armadas, en este caso los drones son de fabricación mexicana, pero las cámaras siguen siendo del gobierno de Estados Unidos, los únicos que cuentan con este tipo de tecnología para equiparlos.
Por lo que para adquirirlas y usarlas deben contar con un permiso del Departamento de Estado de Estados Unidos pues son consideradas de uso exclusivo militar.
Así que deben argumentar muy bien ante el gobierno estadunidense cuáles son sus objetivos a seguir y cuentan con seguimiento permanente para que no terminen en manos equivocadas.
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MÉXICO. - Es la madrugada del 9 de abril. La 1:58 am para ser exactos. La emergencia sanitaria por el covid-19 mantiene a la mayoría de los aviones en tierra. El tráfico aéreo en partes de México ha disminuido casi a cero. Pero de repente, un pequeño avión parece desobedecer esa calma.
Da vueltas en una de las zonas más violentas del país: el llamado Triángulo de las Bermudas en Guanajuato, donde opera José Antonio Yépez Ortiz, El Marro, líder del Cártel de Santa Rosa de Lima.
Es una aeronave de la Fuerza Aérea Mexicana. Pareciera que las autoridades aprovecharon la calma de la contingencia, el vacío de las calles y la inactividad para cazar al rey del robo de combustible. Pero no.
Fuentes de primer nivel consultadas por MILENIO confirmaron que solo se trata de un dron que habitualmente supervisa la zona, pero alguien ha cometido un error: olvidó apagar el transponder, el dispositivo con el que es posible rastrearlo y ahora es visible para cualquiera.
MILENIO confirmó que estos drones, que no son como los que comúnmente conocemos sino avionetas no tripuladas, son la nueva arma de las corporaciones de seguridad federal y algunas estatales para vigilar a sus enemigos, de manera sutil, casi invisible entre los cielos.
El Ejército, la Marina, la Policía Federal y el Consejo Nacional de Inteligencia incrementaron el uso de estos equipos desde el año pasado. Son de origen israelita, de la compañía RAFAEL.
Las cámaras son estadunidenses: de alta resolución, con capacidad para alcanzar grandes alturas y totalmente silenciosas que les permiten rastrear a integrantes del crimen organizado sin ser detectados.
Uno de los modelos utilizados por la Secretaría de Marina son los Arcturus T-20 considerado “un avión de rango medio no tripulado, totalmente compuesto, con cargas útiles internas y externas.
Está equipado con una cámara retráctil montada en un cardán, estabilizada digitalmente, electroóptica e infrarroja que transmite video en tiempo real. “Cuenta con un motor de gasolina de cuatro tiempos con inyección de combustible y quema dos libras de combustible por hora de vuelo.
Es capaz de aterrizar en caminos de tierra, hierba, desierto o grava”. Mide tres metros de largo por uno de alto y pesa alrededor de 84 kilos.
Puede volar a 139 kilómetros por hora hasta por 24 horas continuas y alcanza las 55 millas de altura. Esta aeronave no tripulada se utilizó por primera vez en enero de 2009 por la Marina de Estados Unidos.
Algunos gobiernos estatales también han comenzado a utilizarlos, aunque a diferencia de los israelitas de las fuerzas armadas, en este caso los drones son de fabricación mexicana, pero las cámaras siguen siendo del gobierno de Estados Unidos, los únicos que cuentan con este tipo de tecnología para equiparlos.
Por lo que para adquirirlas y usarlas deben contar con un permiso del Departamento de Estado de Estados Unidos pues son consideradas de uso exclusivo militar.
Así que deben argumentar muy bien ante el gobierno estadunidense cuáles son sus objetivos a seguir y cuentan con seguimiento permanente para que no terminen en manos equivocadas.
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