Desde las carreteras que conectan a Sinaloa, principalmente a Culiacán, se vive la desolación de una zona de guerra. El silencio parece más profundo entre las explosiones, ambulancias, patrullas y detonaciones que hoy no dejan de sonar en Culiacán; la detención de Ovidio Guzmán, un hecho que no olvidarán los culichis.
Las redes sociales están inundadas de videos sobre columnas de humo que cubrieron el cielo de Sinaloa, ante la quema de diversos establecimientos, autobuses y tráileres; de videos donde las detonaciones suenan y la gente se resguarda asustada; vídeos de cómo tripulantes de un avión violaron las reglas de permanecer sentados ante un despegue, pues esta vez tenían que cubrirse de los disparos que recibió la aeronave.
Autoridades del estado piden a los ciudadanos no salir de sus casas y esta vez no se trata de una pandemia, se trata de actos de violencia que se desbordan y parecen no estar controlados en este estado del norte.
La presión del crimen organizado, tal como lo hicieron en El Culiacanazo, para que las autoridades dejen libre a uno de los líderes del Cártel de Sinaloa, ha dejado a la población en medio del fuego cruzado. Sin poder salir a realizar alguna actividad, y en caso de haberlos tomado por sorpresa en las calles, han tenido que protegerse de las balas. Aunque el día no ha terminado, hasta el momento no se han reportado personas inocentes fallecidas por este fuego cruzado.
Sicarios mantienen secuestrados a quienes intentaban transitar por las carreteras que conectan a Sinaloa con otros estados del país. Obligados a bajar de sus coches, estacionados de forma que se haga un bloqueo seguro; hombres armados incendian tráileres. Aunque no están en una habitación, privados literalmente de su libertad, no pueden transitar, están varados y paralizados por el miedo también.
Cientos de comercios permanecen cerrados, las sucursales bancarias; las terminales de autobuses suspendieron corridas y los aeropuertos cerraron y aerolíneas cancelaron vuelos, todo lo con el fin de resguardar la integridad de cada ciudadano.
Otros se resguardan en sus casas ante el temor de las balas perdidas, pero también hay quienes aprovechan con dolo y entran a las tiendas o centros comerciales, que hoy parecen abandonados, para robar lo que quepa en sus vehículos.
Mientras el objetivo del gobierno de México ya se encuentra detenido y fuera de Sinaloa, los actos de violencia cumplen más de siete horas y no parecen cesar en algún momento.
Los comercios locales no se pudieron dar el lujo de cerrar y sólo decidieron bajar sus cortinas, buscar alternativas para operar y continuar vendiendo, pues no saben lo que les espere, o no, mañana 6 de enero.
Tal como, seguramente, la infancia de Ovidio se vio marcada por noticias como estas, este jueves muchos niños no olvidarán los hechos de violencia que vivieron, esperemos, junto a sus padres. Guzmán López cursaba el cuarto año de primaria cuando su padre era noticia nacional; había escapado del penal de Puente Grande en 2001.
En varios videos, se escucha a niños, que hoy quedaron en medio de las balas, preguntar que qué es lo que sucedió o por qué todos se resguardan.
Ovidio ha seguido los pasos clave de su padre: posicionarse como un capo del narcotráfico, ser buscado, capturado y pisar el penal de Almoloya. Esta noche El Ratón ya dormirá en el penal de máxima seguridad del país, mismo desde el que su padre se fugó en 2015.
Los culichis intentaran dormir, pues la intranquilidad de las calles podría mantenerlos alertas. Por ahora lo único claro para ellos es que mañana, 6 de enero, la parálisis de la ciudad aún no se habrá ido, pues días como estos, dejan miedos que son difíciles de olvidar.
ZP