Gladys Nucamendi Altamirano es originaria del municipio de Suchiapa, localizado en la región Zoque del estado, por más de 30 años se desempeñó como profesora de primaria y secundaria. Se casó con el señor Carmelo Coello y como producto de ese matrimonio tuvieron tres hijos: Gladys, Gilbert y Lizeth, con quienes continúa disfrutando las avalanchas de la vida.
Doña Gladys a sus 70 años enfrentó en el 2020 dos tragedias en su vida, la primera su diagnóstico de cáncer de mama y la segunda haber contraído covid-19 durante su tratamiento.
Y es que mientras estaba sentada en un sofá color gris y con la mirada llena de nostalgia y recuerdos, relata que por un descuido no se realizó una mastografía a tiempo, sin en cambio, fue a una cita médica por otro padecimiento donde le realizaron otros estudios y ahí fue donde le diagnosticaron el cáncer de mama contra el que luchó poco más de un año.
“Ahorita me gana el sentimiento, pero cuando me lo dijeron quedé asustada, pero a la vez con todo el apoyo de todos mis hijos recibí mucho apoyo de mi esposo, de mis hijos, de mi nuera, de toda mi familia y me dijeron esto hay que activarlo y verlo ya, afortunadamente el oncólogo que me revisó me dijo que al parecer estábamos a tiempo”, expone.
Dado su padecimiento y debido a la emergencia sanitaria que azotaba a la humanidad, mamá Yayi como le llama su familia, tuvo que permanecer encerrada en una habitación por más de 6 meses, sin compañía y la única ayuda que tenía era con su celular para poder comunicarse con su familia.
“Me pusieron que era yo su Rapunzel porque no podía ver a nadie, porque empezaron con las quimios y tenía que estar muy cuidada por las defensas que se bajan, pero le eché muchas ganas, soy una mujer optimista y tengo una enseñanza de mi padre que me dijo un día, nadie se va a morir de mi parte, eso fue lo que me animó”, señala.
Al inicio y con mucha fuerza, doña Gladys tuvo que recibir más de 15 quimioterapias en el Hospital del ISSSTE de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, pero debido a la falta de medicamentos en los centros de salud, su familia tuvo que conseguir el medicamento de forma particular, el cual no le ha provocado reacciones que alteren su salud y donde hasta hoy recibe el seguimiento de su enfermedad para evitar una recaída.
“Después de las quimios me ponía a bailar en el espacio que donde me tuvieron enclaustrada, pero echándole muchas ganas con la marimba, con todo lo que me pusieron los aparatos y fue tan grande, grande, grande mi suerte que las quimios no me hicieron efectos secundarios, lo pasé formidable, no tuve náusea, no tuve dolor”, explica.
Los doctores tuvieron que extirpar el seno izquierdo, para evitar una complicación, situación que impactó en su vida emocional, dado que jamás imagino que uno de sus miembros sería retirado. Pero además otra de las situaciones que causó impacto fue la caída de cabello, ya que por el tipo de medicamento provocó que poco a poco se quedará sin cabellera.
“Sí da un poco de tristeza ver caer los cabellos continuamente y quedar completamente sin nada, pero fue tan grande lo que pasé que hasta colocho -rizado- me volvió a salir el cabello, yo no era colocha, pero cuando me empezó a salir el cabello, me salió mucho más bonito del que tenía”.
Fue el 9 de septiembre del 2020 que mamá Yayi tocó la campana de la vida, pues los médicos le dieron la noticia que había vencido al cáncer de mama y, en consecuencia, la convertía en una sobreviviente y una guerrera que se aferró a la vida.
“Vivir para mis hijos, para mi familia, estar con mucha actitud, mucho ánimo, pidiéndole siempre a Dios que me dejará otro tiempo más y con el apoyo de todos ellos lo logré”.