Es la primera vez que lo veo, desde el famoso montaje de Genaro García Luna en el Rancho las Chinitas. Su rostro golpeado, su gesto de dolor cuando Luis Cárdenas Palomino le apretó el cuello, su cabeza agachada cuando Florence Cassez lo miró de reojo, son las imágenes que dieron vuelta en los medios y quedaron grabadas. Es el Israel Vallarta que quedó suspendido en el tiempo. Hasta el día de hoy.
A dos meses y dos días de que se cumplan 17 años de la puesta en escena de su detención y de permanecer en prisión preventiva, tengo la oportunidad de verlo y escucharlo. En esta ocasión no hay inconveniente alguno para que se lleve a cabo el encuentro del cual soy testigo. Aparece puntual para la reunión.
Su cabello cano, corto, bien peinado hacia atrás y hacia los lados, da cuenta del paso de los años, pero su mirada es la misma. Se le ve bien, delgado, sano, fuerte, aunque reconoce que vive una “montaña rusa de emociones”.
Su voz es firme, pero se escucha lejos.
Israel sube la mano y toca un vidrio, para mostrar que, además de las rejas, se interpone un cristal. Ofrece una disculpa por tener que agacharse y no estar de frente, pues así logra dirigirse al micrófono, colocado en alguna parte externa.
Señala que existen otras áreas adecuadas, sin embargo, los impedimentos para que pueda tener una buena interacción al exterior ha sido una constante.
No sabe por qué le ponen obstáculos.
Sus primeras palabras son para su hermano Mario, quien también se encuentra en el Cefereso No. 1 del Altiplano. Lo tiene en mente. Pide que esté presente. Que le den la oportunidad de ser escuchado. A pesar de que ambos están en el mismo lugar, no les permiten entrar en contacto.
Además, las secretarías de Seguridad Púbica y la de Gobernación están evaluando el traslado de su sobrino, quien se quedó en la cárcel de Michoacán. Los tres podrían estar juntos. Eso alegra a Vallarta.
La defensoría pública federal solicitará que Israel pueda tener una entrevista con medios de comunicación en próximas fechas.
Quieren que sea vocero de su propio caso. Que la gente pueda escucharlo de manera directa.
En el pasado lo condenaron en los medios: “Yo el secuestrador”, “Yo el delincuente”, “No”. Es importante que ahora oigan sus argumentos.
“He querido gritar la verdad”
Vallarta reconoce que Mary Sainz, su esposa, es una gran mujer. Confía en ella y le agradece, pero le preocupa que reciba recomendaciones de muchas personas. “Yo de pronto no sé quién esté a lado de ella”.
Hay abogados que se presentan en programas, incluso con Loret, y que no representan a Israel.
En la serie documental “El caso Cassez-Vallarta: una novela criminal”, Vallarta casi no aparece.
Comenta que a él no le pidieron permiso o su opinión para publicar parte de su historia y sacar su imagen y la de su familia. Están haciendo dinero con ello, pero eso no le interesa, recalca. Lo que le importa es que se sepa la verdad y se haga justicia.
Reconoce que le ha ayudado, pero señala lo que nos dijo en “Elisa en MILENIO”: que hay reclusos que lo quieren extorsionar porque creen que recibió millones por la serie de Netflix. “Es el efecto colateral”.
En su proceso se acerca un momento clave: la audiencia para determinar si el juez concede otra medida cautelar.
En estos días, la Guardia Nacional, a través de la unidad de supervisión de medidas cautelares, evalúa si existe o no riesgo de fuga. La Guardia Nacional ya había emitido una opinión, pero la defensoría solicitó una actualización, porque no era contundente.
Como es de esperarse, la fiscalía de Gertz Manero pidió que no se le otorgue.
Si se determina que puede seguir su proceso en libertad portando un brazalete, la Defensoría Pública Federal tiene convenios con las empresas privadas, pues tienen un costo que debe asumir directamente el acusado.
Hoy en día, quien cuenta con dinero para pagar un brazalete, sale, y quien no, se queda en la cárcel.
De acuerdo a la Constitución, después de 2 años en prisión preventiva se debe revisar la medida. Israel cumplirá 17 años preso sin sentencia el próximo 8 de diciembre. Además, la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que no importa el tipo penal.
Israel Vallarta se coloca unos lentes. Tiene algunas dudas de lo que sigue.
Es importante que se cierre la instrucción. Hay pruebas recientes vinculadas con la tortura, pero se pueden integrar a otra investigación.
En algún momento del encuentro narra las torturas de las que ha sido víctima y de las represalias que aún vive.
Recuerda abusos en el penal de Michoacán en noviembre de 2020, cuando lo subieron a un auto, encadenado de pies y manos, el vehículo frenaba, él se caía del asiento, sin comer, sin agua, sin ir al baño, durante cinco horas. Ahí se encontraba Julio César Pérez Ramírez, allegado a Cárdenas Palomino y encargado de su vigilancia. “Julio César hostigaba a la gente, la amenazaba, a uno lo penetraron con un tolete”. Es la clase de personajes con los que ha convivido en su reclusión.
El Comité contra la Tortura de Naciones Unidas emitió un primer comunicado, pero realizará un pronunciamiento de fondo que garantice la salud física y mental de Vallarta, para que no se tomen represalias por haber denunciado.
En el expediente de fondo es evidente que hay tortura y existen elementos para acreditar que hubo más de las que se vieron en su momento, durante en el montaje de García Luna en las televisoras.
“Soy preguntón”, perdón. Esboza una sonrisa.
Mira fijo, al frente. Acerca su rostro al cristal, entre los barrotes.
“Estoy preparado para lo que se venga. Ya sea una sentencia absolutoria, condenatoria, un cambio de medida cautelar… ya estoy preparado para eso”. Y concluye como inició: pidiendo por su hermano Mario. No dejar de lado su situación, entregar un escrito para el alto comisionado de derechos humanos de la ONU y su presencia en próximas reuniones.
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