La inminente llegada de nuevas monedas de $10 y $20 pesos a la circulación en México ha capturado la atención pública, generando tanto entusiasmo como interrogantes.
Lo que comenzó como una propuesta técnica impulsada por la necesidad de eficiencia, se ha consolidado como una reforma legislativa crucial. Recientemente, el Senado de la República aprobó las modificaciones a la Ley Monetaria, un paso decisivo que oficializará las nuevas características de estas divisas una vez que el decreto sea publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF).
Durante la sesión de la Cámara de Senadores, celebrada el 10 de diciembre, los legisladores votaron a favor de reformar dos artículos fundamentales del decreto original de 1992 que establece las características de la moneda nacional. La propuesta para la moneda de $10 pesos fue aprobada con 89 votos a favor, mientras que la de $20 pesos recibió una aprobación aún más amplia, superando los 90 votos. Los decretos ya han sido remitidos al Ejecutivo Federal para su promulgación e implementación.
¿Por qué se hará una modificación?
La decisión de introducir nuevas características y composiciones metálicas responde a una doble necesidad estratégica, según lo debatido y aprobado en el Congreso.
Por un lado, se busca modernizar y estandarizar la divisa de mayor denominación que se utiliza actualmente. Por otro lado, y quizá el más relevante para la hacienda pública, es hacer el proceso de acuñación significativamente más sostenible y menos costoso.
La propuesta fue inicialmente documentada en la Gaceta Parlamentaria del 9 de diciembre, detallando los argumentos técnicos y económicos. La Comisión de Hacienda y Crédito Público fue clave en la presentación del dictamen, señalando la necesidad imperante de ajustar los costos de producción.
El cambio en la moneda de $10 pesos es, ante todo, una medida de eficiencia económica enfocada en el ahorro. El dictamen que propuso modificar el artículo tercero del decreto de 1992 se centró en la problemática del aumento del costo de la aleación actual utilizada en el proceso de acuñación.
Para combatir esta alza, se ha autorizado la incorporación de una composición metálica alternativa para la parte central de la moneda. Esta nueva fórmula se proyecta ser hasta un 60 por ciento más barata que la aleación empleada actualmente, generando un ahorro considerable para el Banco de México (Banxico) y la Casa de Moneda.
¿Cómo serán las nuevas monedas?
Es vital subrayar y disipar confusiones generadas por rumores: la modificación se enfoca únicamente en la composición metálica.
El diseño, la forma, los cuños y los diámetros de las monedas de $10 pesos que circulan actualmente no serán alterados. No hay mención en los decretos oficiales sobre la integración de nuevos elementos visuales, como el Templo de Kukulcán.
Para la moneda de $20 pesos, el cambio será mucho más perceptible para el ciudadano común. La reforma aprobada, con 91 votos a favor modifica el artículo segundo del decreto de 1992 para establecer una moneda de curso ordinario con un diseño estandarizado.
La característica física más sobresaliente de esta nueva pieza será su forma de doce lados, es decir, será dodecagonal. Además de este distintivo, el nuevo modelo busca fortalecer la seguridad del circulante al incluir nuevos elementos de seguridad avanzados.
La reforma detalla que se establecerán formalmente las siguientes especificaciones técnicas: el diámetro y peso exactos, la forma del canto, la composición metálica final y el diseño de los cuños. Estas definiciones otorgan la certidumbre normativa inmediata para que Banxico y la Casa de Moneda puedan iniciar la acuñación y reemplazar progresivamente el modelo de $20 pesos que actualmente tiene el centro de plata sterling.
En conclusión, la reforma monetaria es un paso hacia la modernización y la sostenibilidad financiera, preparando el sistema de divisas mexicano para el futuro a través de la innovación en materiales y diseño.
GB