“Justo el día en que le dije que estaba embarazada discutimos porque él juraba que no era su hijo, comenzó a decir groserías y a partir de entonces todo cambió. Un día me aventó al suelo y por poco pierdo a mi hijo. Estuve varios días en el hospital, pero cuando salí y regresé a la casa, mi novio y sus padres empezaron a darme comida en descomposición”, así recuerda su experiencia Karla García Tello, sobreviviente de violencia familiar.
Sin embargo, no todas las personas que sufren este tipo de agresiones viven para contarlo. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los maltratos psicológicos y emocionales que progresaron hasta los golpes ocasionaron que 2 mil 251 mexicanos perdieran la vida en los últimos 10 años, lo que deja un ritmo letal de una muerte cada 37 horas.
El principal foco de atención se da en las relaciones de pareja, pues el 36 por ciento de las víctimas mortales murieron a manos del esposo, la esposa; el novio o la novia; el concubino o concubina y hasta incluso se registran casos de asesinatos cuando ya se contaba con un acta de divorcio de por medio.
Los reportes señalan de manera clara que el uso de la fuerza proviene mayoritariamente de los hombres, pues de los 811 asesinatos sentimentales, 705 fueron cometidos por un varón y la víctima fue en su mayoría una mujer. En el lado opuesto, se registraron otros 106 casos donde la parte femenina decidió acabar con la vida de su cónyuge.
Para el director de Operaciones de Reinserta, José Pablo Balandra, esta situación se da porque los círculos familiares todavía son células machistas que siguen un patrón común y que debe de cambiar con el paso de los años para lograr una mejor cultura de la igualdad y la equidad dentro de los hogares.
“Los círculos familiares actuales, por más que veamos a la mujer como aquella que vincula e integra a los hijos, son células en muchos casos machistas. Si analizamos la violencia familiar, obviamente se da mayoritariamente de hombres a mujeres y esto se puede combatir con reducir la brecha de desigualdad entre géneros para que la mujer pueda verdaderamente poner un alto y salirse de ese círculo viciosos y violentos”, explicó.
A pesar de la concientización mediante pláticas en espacios públicos, las personas que se hallan en esta situación tardan en darse cuenta del entorno violento e incluso anteponen a su pareja por encima de sus familiares, tal como le pasó a Karla García antes de que denunciara a su ex pareja por maltrato físico y psicológico ante la Fiscalía capitalina.
“Es bien complicado que dentro de una relación te des cuenta de toda la violencia que estás sufriendo, inclusive otra gente te lo puede mencionar o lo puede detectar desde fuera, pero lejos de tomarlo bien lo sientes como una agresión. Mi mamá me advirtió del peligro que vivía, pero solo le respondía: ‘tú no quieres que yo sea feliz’”, recordó la víctima de violencia feminicida.
Las agresiones entre parejas no son la única forma de violencia familiar que aqueja a los hogares mexicanos. El Inegi contabilizó que 483 jóvenes e infantes perdieron la vida a manos de sus padres o madres, lo que representa el 20.5 por ciento de las defunciones totales causadas por familiares.
El trato abusivo por parte de los padres de familia derivó en que al menos 305 hijos e hijas perdieran la vida en la última década; de los cuales, el 61 por ciento de los casos ocurrieron entre 2012 y 2016.
Por otra parte, las madres cometieron 178 asesinatos en contra de sus descendientes y el periodo de mayor incidencia se dio entre 2012 y 2014 cuando se contabilizaron 119 asesinatos de este tipo.
Las bases de datos también logran desagregar el parentesco del agresor hasta el tercer nivel familiar, lo cual nos deja ver que los asesinatos con violencia familiar de por medio se distribuyeron de la siguiente manera: hijo e hijas, 179 casos; hermanos y hermanas 171; tíos o tías, 69; sobrinos y sobrinas, 85 y los abuelos o abuelas, 37 casos.
El sexo del agresor
En lo que respecta al sexo del agresor, el Inegi detalla que el 80 por ciento de los homicidios fueron perpetrados por familiares del sexo masculino, pues sumaron mil 798 casos; de los cuales, en mil 112 asesinatos la víctima fue una mujer, mientras que en otros 623 perdió la vida un varón.
Para José Pablo Balandra, el hecho de que la mayoría de los ataques sean realizado por un hombre significa una consecuencia de la poca interacción que tienen los hombres dentro de la dinámica familiar y los malos hábitos que se tienen a la hora de educar a los hijos varones.
“La violencia doméstica se da en muchos casos donde el hombre ejerce una posición de poder y sumisión. Si estás acciones son replicadas frecuentemente con plena impunidad, la violencia se normaliza y los patrones se replican, es un tema que empieza en lo doméstico, pero trasciende en la comunidad y se convierte en un asunto de carácter público. Es necesario hacer un alto a estas acciones, educar en las nuevas masculinidades y empezar a construir paz al interior de los hogares”, explicó.
En contraparte, las mujeres cometieron 453 asesinatos familiares, de las cuales 243 fueron contra un hombre, 151 contra una mujer y los 59 casos restantes se registraron contra una persona de la cual no se tiene registro de su sexo.
cog