José Victoriano Huerta Márquez nació el 23 de marzo de 1845 en Colotlán, Jalisco. Reconocido como indígena, aprendió a leer y escribir en la escuela municipal, soñando con cursar una carrera militar, que veía como su única oportunidad para superar la pobreza en la que creció.
En 1869, a la edad de quince años, Huerta fue seleccionado como secretario personal del general Donato Guerra durante una visita a Colotlán, lo que le permitió obtener una beca para estudiar en el Colegio Militar.
Victoriano Huerta ingresó al Colegio Militar de Chapultepec, donde se graduó con honores en 1876 con el rango de teniente. Durante una ceremonia académica, el entonces presidente Benito Juárez reconoció su destacado desempeño académico y le expresó: "De los indios que se educan como usted, la patria espera mucho".
Posteriormente, Huerta dedicó ocho años al cuerpo militar de ingenieros, destacándose por su sobresaliente labor en la Comisión de Cartografía Mexicana.
El ascenso militar de Victoriano Huerta
Después de recibir el rango de teniente y haber liderado exitosamente los fuertes de Loreto y Guadalupe en Puebla, Huerta fue promovido a capitán y asignado a la 4ta División de Guadalajara.
El general Manuel González Flores era líder de la 4ta División. También era compadre y amigo del presidente Díaz. González tomó a Huerta como su protegido y le ayudó a ganar un lugar y una reputación en la milicia de México.
Desde 1879, Victoriano Huerta se destacó como un estratega militar capaz y un líder carismático entre sus tropas. Su reputación se forjó en el campo de batalla, donde demostró una habilidad innata para la guerra. Sin embargo, su ascenso al poder estuvo manchado por acciones controvertidas.
Huerta no dudó en recurrir a medidas extremas, como el saqueo de bancos e iglesias, para garantizar el pago a sus soldados. Esta dualidad entre el líder militar eficaz y el hombre dispuesto a todo para alcanzar sus objetivos lo caracterizó a lo largo de su carrera.
Para 1890, su ascenso era imparable. Con el grado de coronel, se convirtió en un confidente cercano de Porfirio Díaz y uno de los personajes más influyentes del régimen porfirista.
La reputación de Victoriano Huerta como un hombre despiadado se forjó en los campos de batalla de México. En 1895, durante una rebelión en Guerrero, ordenó la ejecución sumaria de las tropas del general Canuto Neri, a pesar de su rendición.
Su crueldad se hizo aún más evidente en 1900, cuando casi exterminó a la comunidad yaqui en Sonora. En los años siguientes, continuó su campaña de represión contra los pueblos indígenas, sometiendo a los mayas en Yucatán y Quintana Roo en 1902.
Estas acciones consolidaron su imagen como un militar dispuesto a usar la violencia sin límites para alcanzar sus objetivos.
Retiro militar y aspiraciones políticas de Huerta
Devastado por el alcoholismo y afectado por cataratas, Huerta se vio obligado a retirarse del ejército en 1907. Sin embargo, la Revolución Mexicana lo arrastró de nuevo al conflicto. Acompañó a Porfirio Díaz al exilio, pero pronto demostró su verdadera naturaleza.
Al inicio del gobierno de Madero, emprendió una brutal campaña contra los zapatistas en Morelos, incendiando pueblos y asesinando a civiles. Sus acciones, lejos de contribuir a la pacificación del país, radicalizaron a Zapata y desencadenaron la promulgación del Plan de Ayala, que marcó el inicio de una lucha armada prolongada.
La orden de Madero de desarmar a los revolucionarios fue aprovechada por Huerta para consolidar su poder. Tras declarar su lealtad al presidente, emprendió una sangrienta campaña contra aquellos que no estaban dispuestos a deponer las armas.
Líderes como Pascual Orozco y Emiliano Zapata , que buscaban una transformación más radical del país, se convirtieron en sus principales enemigos. Incluso Pancho Villa, a pesar de haber apoyado a Madero, estuvo a punto de ser ejecutado por orden de Huerta.
La derrota de Orozco en Rellano en 1912 consolidó la imagen de Huerta como un héroe, pero en realidad encubría su verdadera naturaleza: la de un ambicioso y despiadado militar que no dudaba en traicionar a sus aliados para alcanzar sus objetivos.
La presidencia de Francisco I. Madero se vio sacudida por una creciente impopularidad, producto de su incapacidad para cumplir las promesas revolucionarias y una serie de decisiones controvertidas.
Esta situación generó un clima de inestabilidad política que fue aprovechado por sus opositores. Entre ellos destacaba un grupo encabezado por Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, y los generales Bernardo Reyes y Manuel Mondragón.
Estos conspiradores buscaron el apoyo de Victoriano Huerta para derrocar a Madero, pero sus intentos resultaron infructuosos.
- Economía
La Decena Trágica fue un periodo de gran violencia que sacudió a México en 1913. Durante estos diez días de enfrentamientos, Bernardo Reyes perdió la vida y Lauro Villar, encargado de la defensa del Palacio Nacional, resultó gravemente herido.
Ante esta situación, Victoriano Huerta fue designado para continuar la defensa, pero en realidad ya había traicionado a Madero y se había aliado con los rebeldes.
Sin embargo, su traición fue descubierta por Gustavo A. Madero, quien lo arrestó y lo presentó ante el presidente. Lamentablemente, Madero, cegado por su confianza en Huerta, lo liberó, un error que le costaría la vida.
El Pacto de la Embajada
El Pacto de la Ciudadela, también conocido como Pacto de la Embajada, fue un acuerdo secreto firmado por Félix Díaz y Victoriano Huerta en el que ambos conspiradores acordaron derrocar al gobierno legítimo de Francisco I. Madero. Este pacto, realizado bajo la mirada cómplice del embajador estadounidense Henry Lane Wilson, representa una clara muestra de la injerencia extranjera en los asuntos internos de México y la traición de aquellos que habían prometido lealtad a Madero.
Victoriano Huerta ejecutó a Madero y a Pino Suárez
Tras días de intensos combates, Victoriano Huerta ordenó el arresto del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez.
El 22 de febrero de 1913, ambos fueron obligados a renunciar a sus cargos bajo coacción y trasladados a la Penitenciaría de Lecumberri. Sin embargo, el exilio prometido fue una farsa.
En un acto de cobardía y traición, Madero y Pino Suárez fueron asesinados en las celdas de la prisión, poniendo fin trágico a uno de los capítulos más oscuros de la historia de México.
Huerta, en un movimiento calculado para consolidar su poder, convenció a Pedro Lascuráin, secretario de Relaciones Exteriores, de asumir la presidencia de forma interina.
Esta maniobra, que obedecía al orden de sucesión tras la renuncia forzada de Madero y Pino Suárez, resultó ser un mero trámite.
Lascuráin, siguiendo las órdenes de Huerta, designó al mismo como secretario de Gobernación y luego renunció a la presidencia, entregándole el poder de facto a su aliado.
Gobierno de Huerta desconocido por Estados Unidos
El gobierno de Victoriano Huerta, surgido de un golpe de Estado y el asesinato de Madero, carecía de legitimidad tanto a nivel nacional como internacional. Estados Unidos, en particular, se negó a reconocerlo y exigió la instauración de un gobierno democrático.
A pesar de las presiones y las llamadas a elecciones por parte de figuras como Félix Díaz, Huerta se aferró al poder, demostrando su autoritarismo y su desprecio por la voluntad popular.
Incluso buscó alianzas con antiguos enemigos, como Pascual Orozco, en un intento desesperado por mantener el control del país.
La traición de Pascual Orozco, al aliarse con Victoriano Huerta, el 27 de febrero de 1913, generó una profunda división en el movimiento revolucionario.
Victoriano Huerta, el Usurpador de la Revolución
Emiliano Zapata, al rechazar la propuesta de Orozco, dejó en claro que Huerta representaba la traición a los ideales revolucionarios. La traición de Huerta al asesinar a Madero le valió el desprecio de muchos y apodos como 'El Chacal' o 'El Usurpador'.
A pesar de intentar ganar popularidad, Huerta impuso un régimen cada vez más militarizado, lo que lo distanció aún más de las masas y de los políticos.
Indignado por el asesinato de Madero y la traición de Huerta, Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, proclamó el Plan de Guadalupe, llamando a la insurrección contra el gobierno usurpador.
Su llamado resonó en todo el país, uniendo a revolucionarios como Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón.
El Ejército Constitucionalista, así formado, libró numerosas batallas contra las fuerzas huertistas, poniendo en jaque al régimen dictatorial. Huerta, ante la creciente oposición, respondió con una brutal represión, eliminando a sus críticos y consolidando un gobierno militar cada vez más opresivo.
Huerta renuncia a Presidencia y se exilia en Estados Unidos
Tras meses de una férrea resistencia revolucionaria y una creciente impopularidad, tanto dentro como fuera de México, Victoriano Huerta se vio obligado a renunciar a la presidencia el 15 de julio de 1914.
Derrotado militarmente y repudiado por la comunidad internacional, Huerta huyó del país, iniciando un largo exilio que lo llevó por diversas naciones, desde Jamaica hasta Estados Unidos.
En este último país, se refugió junto a otros exiliados, entre ellos su antiguo enemigo Pascual Orozco, conspirando para regresar a México y recuperar el poder perdido.
Desesperado por recuperar el poder en México, Victoriano Huerta y sus seguidores buscaron el apoyo de Alemania, que se encontraba en guerra.
Los alemanes ofrecieron ayuda a cambio de que los exiliados mexicanos declararan la guerra a Estados Unidos, debilitando así su capacidad de suministrar armas a los aliados.
Sin embargo, los planes de Huerta fueron descubiertos por las autoridades estadounidenses, quienes los arrestaron por conspirar contra la neutralidad de su país. Huerta fue encarcelado en Fort Bliss, Texas, donde finalmente falleció.
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