MONTERREY.- Tal como ha ocurrido en las últimas campañas, las redes sociales son tomadas comúnmente como un sensor de lo que piensa el electorado.
Llegaron para quedarse, nadie lo puede negar, y en consecuencia hay un evidente aumento de recursos que invierten los candidatos y candidatas en esa plataforma por arriba y por debajo de la mesa para difundir sus mensajes y, por supuesto, para dañar la imagen de sus contrincantes.
Sin embargo, y por muy trillado que parezca, hay que recordar que un like, un RT o la viralidad de una publicación no son sinónimos de democracia, ni votos garantizados para nadie.
Basta el sentido común para deducir que el usuario de las redes no necesariamente decide su voto por lo que ve en internet, y más allá de eso, ni siquiera hay garantía de que dichos usuarios votarán el domingo.
Asumir que existe esa “democracia virtual” sería tanto como asegurar que ya hay vencedores y vencidos, con solo ver las métricas de sus publicaciones.
- Política
Claro que cada vez influyen más los mensajes difundidos en internet, claro que el impacto de algunas publicaciones construye en buena parte la opinión pública, pero la herramienta por sí misma lleva un alto grado de ambivalencia; en un corto tiempo alguien puede pasar de héroe a villano o viceversa, sin proponérselo.
Lo deseable sería que vivir en la red motivara el voto, que nos volviera un país más involucrado con los temas de la política, que nos ayudara a tomar mejores decisiones y que orientara a los usuarios más jóvenes a ser mejores que los ciudadanos que han elegido mal cada que van a las urnas.
Pero no, como ejemplo de lo anterior, en Nuevo León hace tres años solo votó el 52.7 por ciento de los jóvenes de 18 y 19 años, y ocupamos el lugar 25 de las entidades con menos participación en ese segmento de la lista nominal, según el INE.
Cifras de la Comisión Estatal Electoral señalan que solamente en tres municipios metropolitanos acudió la mitad de los jóvenes a las urnas; en el resto no se alcanzó ni eso.
Hay datos aún más contundentes para afirmar que la democracia no se hace frente a una computadora o un teléfono inteligente.
Hay que motivar la participación de los jóvenes, pero esa se cultiva con mejores políticos y mejores ideas que las actuales.
ard