ESPECIAL.- Cuando nos dicen que el agua se nos está acabando en Nuevo León, saltan siempre a la palestra las mismas preguntas ¿y dónde está el agua que teníamos?, ¿no estaban llenas las presas?, ¿por qué seguimos mandando agua a Tamaulipas?
Las dudas son lícitas y entendibles, sobre todo porque apenas hace unos meses, en octubre se trasvasaron 178 millones de metros cúbicos del Cuchillo a la presa Marte R. Gómez; cantidad que representa la mitad del agua que se captó en esa histórica lluvia de ‘Fernand’ un mes antes.
Si a tal cantidad de extracción usted le agrega que su destino no es verdaderamente el riego de tierras agrícolas propiedad de campesinos, sino un sospechoso beneficio de algunos cuántos, la molestia de la gente parece sobreentenderse.
Es abril y nos advierten que debido al “quédate en casa” estamos consumiendo un 30 por ciento más de lo habitual, y nos agregan el pronóstico de poca lluvia.
Los usuarios normales podemos hacer lo que nos toca, mejorando como consumidores del vital líquido, cuidándolo.
Pero más que eso, también hay maneras de cambiar esta realidad.
El gobierno sabe cómo y no necesariamente se resuelve con la presa Libertad, cuya construcción apenas lleva 4 meses.
Comenzaba esta administración estatal cuando se prometió renegociar con el gobierno de Tamaulipas, la Comisión Nacional del Agua y con quien fuera necesario para que ya no tenga que mandar Nuevo León agua a la Marte R. Gómez, cada que ésta se encuentre por debajo de los 700 millones de metros cúbicos.
En términos prácticos, el agua que se manda a nuestro estado vecino equivale a lo que consume el área metropolitana de Monterrey en 10 meses, así que un buen acuerdo podría reducir el problema.
Habría que comenzar por cerciorarse de que realmente el agua que sale del Cuchillo termine en el riego de esas 73 mil hectáreas del Distrito 026, y no en otros lugares donde se le saca provecho de manera irregular.
El domingo en el programa Nuevos Cambios transmitimos dos historias verídicas sobre la crisis del agua que ya enfrentan en Doctor Arroyo y Mier y Noriega, dos municipios que ya padecen los estragos de la sequía y cuya esperanza está en manos de la naturaleza. Si en la zona urbana no nos fuera tan fácil abrir la llave y tener el servicio, tendríamos más cuidado, no la desperdiciaríamos.
Estuvimos también en la presa Cerro Prieto, donde el escenario es desolador puesto que su nivel apenas supera el 30 por ciento; pero como los municipios rurales, la presa y las condiciones precarias escapan a la vista, creemos que se exagera el problema.
Y así vivimos cada ciclo, entre el dispendio y la incredulidad; entre la indiferencia y la excesiva confianza en que la lluvia llegará a salvarlo todo.
Sumando sin duda a todos estos factores la promesa aún incumplida de las autoridades.
Tomen el toro por los cuernos y pasen a la historia por ser quienes echen abajo un acuerdo ventajoso para los vecinos que vive poniéndonos en predicamentos.
dezr