“¿En qué lugar del mundo vas a estar más seguro que en la Antártida?”, dice el teniente coronel Norman Walter Nahueltripay, conociendo que está en una zona en la que apenas se sale por el frío y que de por sí ya está aislada. “Se puede decir que uno ya está aislado naturalmente en la Antártida”, piensa el líder de la expedición argentina.
La base argentina es lo más parecido a un pueblo, porque militares acuden con sus familias durante un año y hay un colegio público para que los niños desarrollen el curso con normalidad. Ellos, alejados de todo foco de infección, continúan haciendo la tan anhelada vida normal que el resto del mundo sigue preguntándose cuándo volverá.
“Nosotros hacemos exactamente hoy en día las mismas actividades que veníamos haciendo habitualmente”, dice Nahueltripay. Entre lo que hacen destacan trabajos de sismografía y biología, así como el mantenimiento de edificios que componen el lugar y una pequeña radio local que emite con regularidad.
Mientras, los niños de primaria mantienen sus clases presenciales con dos maestros que viven ahí durante todo un año, y aquellos que están en secundaria lo hacen por Internet. En total, hay 15 menores de edad escolar en el campamento científico del Ejército Argentino. Nahueltripay afirma que a los pequeños les gusta salir a jugar con la nieve y son los únicos argentinos que pueden darse el lujo de salir a la calle, aunque sea por poco tiempo debido a las bajas temperaturas.
“Si hubiese apuntado un año en el que querría venir a vivir con mi familia un año a la Antártida, es este”, confiesa el jefe de la misión. Además, mandó un consejo a de experto para superar el encierro. “El factor de éxito está en programar absolutamente todas las actividades que uno puede hacer durante el día, y tratar de variar esas actividades si extienden la cuarentena”, señala.
Asimismo, recomienda a todos aprovechar el tiempo de familia que, por diversas cuestiones, se pierden cuando se está fuera de casa por tanto tiempo.
Con información de El Universal