Los amantes de la literatura borgeana suelen recorrer las nueve cuadras del barrio de Palermo que llevan el nombre de uno de los autores fundamentales en lengua española y que arrancan en la populosa Plaza Italia.
“Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”, reza un póster colocado en la feria de libros de la Avenida Santa Fe y que cita al escritor nacido en 1899 y muestra su rostro envejecido, recargado en un bastón.
Pasos más adelante comienza una calle que a primera vista carece de cualquier referencia literaria, ya que está colmada de negocios de comida, supermercados, regalos, tiendas de ropa y bajos edificios habitacionales.
Pero basta llegar al número 2145 de la calle Borges para toparse con “El Aleph”, un restaurante bautizado en honor a uno de los clásicos libros del autor argentino.
El lugar ofrece botanas, cerveza, cafés, hamburguesas y, sobre todo, la posibilidad de sentarse en su interior o en las mesas instaladas en la vereda para recordar “El Aleph” ese objeto mágico, misterioso e inasible inventado por Borges.