Ciudad del Vaticano, 8 Mar (Notimex).- “Las mujeres pueden hacer mucho por cambiar los corazones en Siria y romper el círculo vicioso de la violencia”, aseguró Shadan, una joven refugiada siria que contó su historia este día en un encuentro sobre el poder transformador femenino en el Vaticano.
En entrevista con Notimex, la muchacha, de poco más de 25 años, relató la odisea de ella y su hermana, quienes hasta 2015 ayudaron a niños sirios de entre 6 y 12 años a lidiar con la violencia hasta que debieron abandonar el país. Ella fue una de las participantes en un encuentro convocado por la organización Voices of faith bajo el lema “Moviendo las aguas. Haciendo posible lo imposible” y que tuvo lugar este Día Internacional de las Mujeres en la Casina Pío IV, sede de la Academia Pontificia para las Ciencias, ubicada en el corazón del Vaticano.
Su apellido y su edad exacta se mantuvieron en reserva, para garantizar su seguridad y la de su hermana gemela Nagham. Originarias de Homs, la tercera población siria, cuando comenzó el conflicto decidieron mudarse a Damasco y después a Mashta al-Helu. Desde 2011, en medio del sanguinario conflicto sirio, Shadan comenzó a colaborar en un centro para niños montado por el Servicio Jesuita de Refugiados, una organización de ayuda humanitaria vinculada con la orden de la Compañía de Jesús.
Tanto cristianos, como musulmanes, eran recibidos en el centro, donde no se hablaba de religión explícitamente y, más bien, se buscaba generar un ambiente de paz y convivencia donde poder “olvidarse” de la guerra por unos momentos. Cuando se mudaron a Mashta al-Helu, al noreste del país, la familia de Shadan y Nagham pensaban estar a salvo, pero allí mismo presenciaron el asesinato a sangre fría de dos mujeres “sólo porque eran de otra religión”. Entonces decidieron huir.
Así iniciaron un viaje “duro y peligroso”, como ellas mismas lo describieron. Incluso para atravesar de Turquía a Grecia abordaron barcos robados y afrontaron cuatro horas en el mar. “Fue el momento más terrorífico de toda mi vida”, explicó Shadan.
Finalmente lograron establecerse como refugiadas en la localidad belga de Gand. Sus historias fueron compartidas en el Vaticano en el panel denominado “La paz es la habilidad de ser tu mismo. Una conversación con dos hermanas que sobrevivieron a la guerra y al desplazamiento”. La conferencia se centró en la incidencia femenina para la construcción de la paz, pero sus organizadoras expresaron su deseo de que la misma genere un debate sobre la necesidad de una mayor presencia de las mujeres en la Iglesia católica.
“Tengo la esperanza de que nuestro Papa esté mucho más atento a las contribuciones que pueden traer las mujeres a la Iglesia”, aseguró Chantal Götz, una de las organizadoras de la reunión.
Por otra parte Kerry Robinson, directora ejecutiva de la “Leadership Roundtable”, organización dedicada a promover las mejores prácticas en la gestión de los recursos de la Iglesia, recordó que la ordenación sacerdotal de mujeres no es posible en la Iglesia, pero reconoció que –muchas veces- el talento de los laicos está “subutilizado”. Pero esa realidad, agregó, no se cambia “pensando que las cosas se deban trastocar por completo”.
Para Shadan, fue la primera vez en el Vaticano. Y aunque no vio al Papa Francisco, porque él se encuentra fuera de Roma en sus ejercicios espirituales de Cuaresma, se consideró una afortunada por poder tomar la palabra para dar un mensaje al mundo.