Cerca de mil páginas tiene El amante polaco (Seix Barral), de Elena Poniatowska, quien en 2013 obtuvo el Premio Cervantes de Literatura. La escritora dedica su novela a su hijo Emmanuel y a Marta Lamas, quien le ayudó a dividirla en dos tomos.
En ellos, la autora de Hasta no verte, Jesús mío, entre muchos otros libros, explora sus raíces por el lado paterno. Su padre, Jean Evremont Poniatowski Sperry, nacido en Francia y de origen polaco, estuvo en el ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial. El primer tomo trata acerca de la vida de Estanislao II Augusto Poniatowski, el último rey de Polonia, desde 1764 hasta 1795, mientras que el segundo versa sobre las guerras que acabaron con el Reino de Polonia, durante el convulso siglo XVIII en Europa.
Aunque el protagonista es un hombre, en El amante polaco las mujeres juegan un papel protagónico, mujeres poderosas, emperatrices que tejieron el destino de Polonia.
—¿Por qué decidió escribir El amante polaco?
Toda mi vida me he dedicado a México, a los mexicanos, tanto a los más célebres como a los más pobres, y quise escribir algo para mí misma. Entonces me pregunté: ¿de dónde vengo?, ¿de dónde vienen mi apellido y los Poniatowski? Aquí en México no hay absolutamente nada sobre ellos porque no hay interés. Me lancé a leer en inglés y francés, polaco no puedo leer —aunque sería buenísimo—, ruso tampoco. Leí, además, algunos papeles de la familia. Donde hay muchísimo es en Francia y en Polonia. Eso fue lo que hice, recuperar la familia, el mundo de mi padre que era francés de origen polaco. Toca la casualidad de que el último rey de Polonia, Estanislao II Augusto Poniatowski, tuvo que salir de Polonia porque se la repartieron: Rusia con Catalina la Grande, que había sido su amante —ella lo puso en el Reino de Polonia—, Prusia con Federico II el Grande, y finalmente Austria con María Teresa de Habsburgo quien fue, según la historia, una gran emperatriz.
—Estanislao II vivió durante la Ilustración en Polonia, ¿cómo era?
Muy culto porque su madre Constancia Chartoriska era muy severa, muy extraordinaria, lo hizo trabajar muchísimo, a través de abates y preceptores, como se acostumbraba en esa época. Hablaba cinco o seis idiomas, escribía en latín y en francés. Lo hizo trabajar tanto que incluso en una época se enfermó, lo escribió en sus memorias: “Yo en la niñez estudié tanto, trabajé tanto, que viví como si le hubieran quitado el mes de abril al año”.
—También tenía su otro lado: enamoradizo.
Fue secretario de un inglés brillante que se llamaba Charles Hanbury Williams. Primero estuvieron en Dresden y cuando nombraron a Sir Charles embajador de Inglaterra, en Rusia, se llevó a Poniatowski. Catalina, que era alemana, ya estaba casada con Pedro I, quien iba a ser emperador en Rusia. Ella se disponía a ser emperatriz y cuando vio a Estanislao bailar un minuet le gustó, y haz de cuenta que dijo: tráiganme a ese polaquito. Entonces se volvieron amantes. Además, él era virgen, nunca había tenido una relación amorosa con una mujer hasta que la tuvo con Catalina la Grande, quien ya tenía un hijo.
—¿Fue un buen gobernante?
Ahora lo rescatan, hablan de él, pero cargó con la partición de Polonia, que es gravísimo. Podría decirse que es el autor de un país que desapareció del mapa durante creo que 125 años. Decían que el culpable de que eso hubiera sucedido era Estanislao II Augusto Poniatowski. ¿Te imaginas lo que es cargar con esa culpa toda la vida?
—¿Estanislao tuvo hijos?
Hijos ilegítimos. En esa época los hijos ilegítimos estaban como borrados de la historia. Los que recogieron el título fueron los hijos de su hermano Casimiro, de quien descendemos nosotros.
—Como novelista, ¿cuáles fueron los huecos que usted tuvo que llenar tomando en cuenta la falta de información acerca de Estanislao II?
Simplemente escribí los acontecimientos que me conmovieron, las frases, muchas de ellas verdaderas, entrecomilladas, de lo que se decían entre ellos, las frases de la época, que fue extraordinaria, antes de la Revolución francesa. La manera como se trataban ciertas clases sociales, la cortesía, la ceremonia. La novela empieza con el principio de la vida de Estanislao, pero también pongo algo de mi vida a partir de que llegué desde Francia con mi hermana y mi madre, en un barco que se llamó el Marqués de Comillas. Después de la partición de Polonia, los Poniatowski se fueron a Francia, y aunque nosotros íbamos mucho a festividades de Polonia, mi pasaporte siempre fue francés. Llegamos a México cuando yo tenía 10 años.
—¿Qué le gusta de Estanislao II?
Que fuera tímido y no una especie de creído imbécil que entrara así rompiendo plaza a todos lados, que fuera tan culto, le gustara tanto la pintura, que supiera tanto de literatura porque son las cosas que a mí me gustan, aunque yo no creo que baile bien, para nada, pero mi hermana baila perfecto. Lo que más me gustó de él es que era muy cariñoso con la gente, tomaba mucho en cuenta lo que decía, se fijaba en el jardinero, en la gente que estaba adentro del palacio, eso lo hizo tomar una actitud ante la vida que es la que me conmueve.
Presentación de El amante polaco. 4 de diciembre. Salón 5, planta baja. 8:00 p.m.