ESPECIAL.- India Oxenberg tenía 19 años y vínculos con la realeza europea y con Hollywood, pues es nieta de la princesa Elizabeth de Yugoslavia e hija de la actriz Catherine Oxenberg.
Oxenberg entró sa la organización asistiendo a un curso de superación personal como parte del Executive Success Programs (ESP), sin embargo la envolvieron para escalar peldaño a peldaño hasta integrarse al grupo de esclavas de Raniere.
Tuvo que someterse a más de 50 horas de terapia para asimilar y superar las cosas de índole sexual que vivió con él. Se tatuó un mandala sobre su marca y ahora trabaja en organizaciones para prevenir que otras mujeres sean sometidas.
India perteneció siete años a la organización, que finalmente abandonó en 2018, cuando comenzó a colaborar con el FBI en las investigaciones que llevaron a la detención de Raniere, el juicio y sentencia de 120 años de cárcel.
En entrevista para MILENIO, la primera a un medio de comunicación en México, la joven estadunidense relata lo que vivió, cómo la engañaron y la manera en la que logró salir del infierno en el que dice que se encontraba, del que mexicanos formaron parte y les pide salir del anonimato.
¿Cómo y cuándo entraste a NXIVM?
Tenía 19 años y fui a una presentación con mi madre aquí en Los Ángeles. Acababa de irme a la universidad y estaba buscando un rumbo para mi vida. Cuando me lo presentaron no fue como NXIVM, sino como a un producto para el consumidor. Un programa ejecutivo de éxito de ESP (Executive Success Programs). Me pareció muy legítimo y muy interesante, porque había gente conocida en la sala. Actores, músicos y políticos. Pensé "¡oh Dios mío!, esto se ve realmente interesante". Hubo muchos atractivos de identificación.
Comencé de estudiante, terminé siendo instructor y luego de cinco años de preparación yo adoctrinaba. No me daba cuenta de que era una herramienta de adoctrinamiento, en ese momento pensé que era solo un programa regular de autoayuda. EN 2015 me invitaron a ser parte de “DOS”, que era como la hermandad secreta dentro de NXIVM dirigida a mujeres.
¿Eras su objetivo desde que llegaste a ese curso?
Correcto, yo era el objetivo. Fue un proceso muy largo, pero mirando hacia atrás había muchas señales de alerta, que hubiera detectado si tuviera otra educación. Si yo y mi madre no hubiéramos sido educadas en ese tipo de grupos de depredadores, probablemente habríamos evitado el problema.
Yo normalicé muchas cosas. No quería ser la única persona que levantara la mano cada cinco minutos diciendo que eso era algo extraño. En su lugar, vas con el grupo por inercia.
¿Qué te hizo darte cuenta de que esas señales de alerta eran cosas malas dentro de la organización?
No me di cuenta de que estaba siendo un objeto, ni del comportamiento depredador en el que me encontraba. Era vulnerable porque era joven. Venía de un lugar donde me sentía realmente perdida y confundida y estaba buscando una dirección.
Sobre las alertas que fui detectando. Primero, nunca conoces a Keith Raniere hasta que tienes cierta cantidad de “educación”, es decir, adoctrinamiento dentro del programa. Lo llegas casi a idolatrar. Tienen formas de hacerlo a través de otras personas para que nunca venga algo directamente de él, siempre viene de los miembros de mayor rango. Así que para cuando conoces a Keith piensas que debe haber algo bueno con este tipo, porque todas las personas lo admiran y si tú no lo admiras piensas “¿qué hay de malo en mí?”. Esa debió ser una alerta. Además, nadie de ellos tenía algún nivel educativo. Nadie era doctor, terapeuta, ni un asesor certificado, solo dentro de su sistema. Esa debió ser una gran alerta. Nadie debería poder alterar o meterse en la mente de alguien a menos que fuera muy hábil y un profesional. Podían causar brotes psicóticos, problemas graves en la gente que yo misma presencié. Yo misma lo experimenté porque ellos manipulan lo más importante que tienes, que es tu mente.
¿A ti te separaron de tu madre desde el principio?
Sí. Al inicio en el programa, cuando fuimos juntas nos separaron. Daban excusas, tenían una justificación para todo y del por qué lo hacían. Así que me dijeron que me separaban para tener una experiencia más liberadora. Teniendo 19 años pensé que eso sonaba bien, "quizá necesito un poco de distancia de mi madre”. Ellos te hacen creer lo que ellos en realidad quieren, que es aislarte y hacerte creer que es por tu beneficio.
¿Cómo decidiste salirte de ahí?
Fue muy difícil. No hubiera podido hacerlo sin mi madre. Y apenas puedo hablar de ello. Si mi mamá no hubiera intercedido y no hubiera visto lo que en verdad era NXIVM, es decir, un culto, no sé si aún seguiría ahí, podría ser. Debo ser muy honesta al respecto. Creía tan firmemente que lo que hacíamos estaba bien que no fue hasta que fui forzada a ver lo que verdaderamente pasaba que me volví más abierta para evaluarlo y ver la verdad. Al inicio tenía mucho miedo, porque todo lo que me enseñaron fue no hablar de ello, no compartir nada. Había muchos secretos en NXIVM y en DOS. Salir y hablar de esto y de mi propia experiencia iba en contra de todo lo que me enseñaron ahí a hacer. Así que fue un gran reto.
¿Qué sabes de los mexicanos que fueron a estos cursos, varios de ellos que participaron reclutando a otras jóvenes?
Sí, lo hicieron. Vi a muchos mexicanos que apoyaban mucho a NXIVM. Y también que reclutaban dentro de DOS. Espero realmente que más gente salga y hable más de sus experiencias en México y que sean más abiertas del tema, porque justo ahora siento que hay algo de protección al respecto, porque no quieren hablar de ello. Pero eso viene de la vergüenza, y la vergüenza es una plaga terrible que puede hacer tu vida miserable.
Ahora que el caso se hizo público y ya hay sentencias ¿qué quisieras que pasara?
Me siento muy bien con la sentencia que se impuso a Keith Raniere. Fue una sentencia de 120 años. Me parece muy apropiada porque él destruyó las vidas de varias personas y debe pagar por eso y eso es justicia. Y cuando pienso en las otras personas como Allison Mack y Lauren Salzman, pienso que lo que debe pasar después es que la gente necesita salir adelante con sus vidas y ser agradecidas con las vidas que tienen. Que la gente que dejó NXIVM ahora es libre y pueden seguir con sus vidas. Eso es lo que quiero para la gente que fue dañada por NXIVM. Que sepan que son libres.
También creo que tiene que haber una educación continua sobre este tipo de depredadores y grupos de depredadores. Por eso me siento muy comprometida a seguir hablando de estos temas, que necesitan hacerse más mediáticos, porque entre más gente hablen de ellos, menos secrecía y silencio hay. Es así como los depredadores mantienen su control, con la secrecía.
Mi esperanza es que una niña de 19 años, que pudiera ser invitada a un grupo por un amigo en el que confía, pueda decir: “esto es raro, yo no creo que esto sea bueno para mí”.
Estoy trabajando con organizaciones contra el abuso sexual aquí en Estados Unidos y también trabajo con otras organizaciones en Brasil. Creo que entre más entendemos sobre tráfico de personas y grupos de control, la gente puede estar más segura.
¿Cómo podrían prevenir las mujeres caer en este tipo de grupos?
Necesitamos educarnos sobre cómo trabajan y conocer las estrategias que usan, como aislar a las víctimas, encontrar sus vulnerabilidades.
Hay que asegurarse que la gente que te rodea es gente que se ha ganado tu confianza. Que no necesitas ser amigo de todos, ni todos tienen buenas intenciones.
Tampoco tienes que andar por la vida temiendo de todos. Sino que hay que estar alerta y saber que esto existe y entenderlo. Es tu súper poder, cuando los entiendes y puedes ver a través de ellos y es menos probable que te engañen.
¿Sigues enojada con Keith Raniere y sus cómplices en NXIVM?
Sí, por supuesto, soy una persona. Tengo momentos en los que digo “que se joda Keith, arruinó mi vida, lo odio”, ahora puedo reírme de ello porque está en prisión, pero había momentos en los que estaba muy perturbada y muy molesta por las cosas que me pasaron y a mis amigos.
Estoy muy enojada porque perdí mucho de mis veintes, en los que pude haber aprendido mucho de mí y pude haber construido una carrera, pude haber hecho muchas otras cosas que no fueran en el maldito Albany (Nueva York). Por supuesto que siento enojo y resentimiento, pero también me siento muy agradecida por la vida que tengo ahora a mis 30. Ya no me afecta ese enojo porque no hay razón. Puedo sentir algo como mujer y expresarlo, dejar que me consuma sería malgastar mi vida.
ag