¿Cómo era ligar antes de Tinder?: Teresa conoció un amor a través de la radio

Una mujer de 64 años cuenta a TELEDIARIO la historia de cómo conoció a varios hombres a través de un programa de radio.

Teresa se conoció con sus pretendientes por la radio / Antonio Texta.
Ciudad de México. /

Teresa estaba lista para salir. Planchó sus pantalones anchos, relamió sus chinos, pintó sus chapas y resopló antes de cruzar la puerta. Semanas antes, su padre, Heriberto, contrario a las enseñanzas de todos los otros padres, envió su número de teléfono a un programa de radio para ayudarla a encontrar el amor.

Era el 2005, y antes de que fuera empujada -casi literalmente- por su padre para marcar al programa de radio, Teresa había sufrido la decepción amorosa más grande de su vida: el padre de su única hija le había sido infiel con otra y abandonó a ambas, llevando a la entonces treintañera a centrarse en cosas un tanto más mundanas; su trabajo, por ejemplo.

Unos ocho años después de la ruptura, Heriberto pensó en echarle la mano a su hija para que saliera de su taller de moños para el cabello y se distrajera conociendo a más personas. La idea le llegó cuando dormía su siesta en la sala, donde escuchaba Acércate a Denisse, un programa de radio que ya no tiene registros en internet, pero funcionaba para encontrar pareja.

El hombre subió corriendo las escaleras y le dijo a Teresa que la ayudaría, que debía marcar al programa, que conocería personas, que volvería a salir. Era mediodía y Heriberto la llevó, casi por obligación, a marcar por teléfono. La joven aceptó, pero con una tajante condición: sólo esperaría un tono de llamada, si no le respondían, colgaría y regresaría a sus cosas.

La excusa falló. Ni siquiera hubo un tono y del otro lado de la línea ya le había contestado Denisse, quien le cuestionó el motivo de su llamada. Minutitos después y para sorpresa de Teresa y la propia Denisse, antes siquiera de que terminaran la conversación, el programa ya estaba recibiendo decenas de llamadas de decenas de prospectos.

“Le comenté que pues mi papá me estuvo insistiendo que hablara, que porque ahí iba a conocer muchos amigos y a lo mejor iba a encontrar… pues el amor de mi vida, ¿no? (...) Me dijo (Denisse) ‘cuelgue, cuelgue, porque ya le están llamando. Ya va a tener galán, va a tener muchos amigos ", cuenta Teresa con su cabello rojo y sus dientes rectos.

A partir de ese momento, la casa de Teresa se inundó del chirrido del teléfono. Del otro lado de la línea había un ingeniero, un abogado, un policía, un licenciado y un militar que se jactó de su puesto, prometiéndole darle un paseo en helicóptero.

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¿Cómo es Tinder? 

Desde hace décadas, volverse el mejor individuo se convirtió en un concurso que no hemos logrado detener. Entrar a Tinder es un resumen de esto: un menú de personas con más o menos atributos e intereses.

Cuando te creas tu perfil, la aplicación solicita que en 500 caracteres te definas como persona: que entre la vastedad de lo que eres, elijas tres o cuatro pasatiempos que te hagan parecer alguien interesante. No te preocupes. Nadie es del todo honesto en la primera cita o en la entrevista de trabajo.

Luego, debes de elegir algunas fotos en las que sobresalgas, en las que hayas encontrado tu mejor ángulo, y ya pensaríamos estás listo para conocerte con quien cumpla tus expectativas de lo que -crees- mereces.

Pero en esta especie de capitalismo del amor no todo es tan simple. Debes de ver si te alcanza con tu presupuesto para lo que quieres y esto se logra regresando a los dos pasos anteriores: aprender a venderte, a destacar tus habilidades, a mostrarte sin defectos, a vanagloriarte de tu trabajo o tus logros; casi hacer un análisis FODA con lo poquito que sabes de ti.

Quizás esto nos llevó a inundarnos en redes de contenido que te enseña a ser un hombre o una mujer de “alto valor”, reduciendo los pormenores de un ser humano a ser un premio, al dinero que se tiene en la cuenta o al estatus social que te puede dar una pareja en espacios públicos, es decir, una especie de artículo de lujo.

En 1979, Christopher Lasch describió, más o menos, por qué hay personas que adquieren estas personalidades prefabricadas. De acuerdo con el sociólogo y su libro La cultura del narcisismo, la sociedad estadunidense perdió la esperanza en que el mundo pudiera cambiar y sus individuos decidieron enfocarse en sí mismos.

Tinder / Archivo.

Dicho pensamiento, según Lasch, nos volvió personas concentradas enfermizamente en nosotros mismos. Esto se sumó al debilitamiento de las religiones, llevando a la tendencia de adoptar y creer en discursos de autoayuda con un pensamiento mágico, pues se hace más llevadera la ansiedad que conlleva vivir.

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Teresa sí conoció el amor en el radio 

Al pasar las semanas, el oído de Teresa se resecó y se llenó de ampollas por todo el tiempo que pasaba hablando por teléfono; pronto las charlas se convirtieron en encuentros debajo del reloj del Metro de la Ciudad de México.

“Traían las orejas con ampollas y mi papá subía y se me quedaba mirando y se ponía risa y risa, y me decía ‘qué vieja caraja, ¡qué pegue traes!”.

Cuando se acercaba la hora de la cita, ambos llegaban al lugar expectantes y se comenzaban a buscar entre la multitud. Aprovechando el hueco que le daba la vaga descripción que se daban por el teléfono, Teresa podía arrepentirse de último momento y decirle que no al romántico que se acercaba con una flor en la mano.

“Nos quedábamos de ver. Me acercaba o se acercaba él y me preguntaba si yo era fulana. Ya si yo veía algo que me gustara de él, les decía que sí; si no, no (...) Había unos que eran muy groseros; personas casadas y al otro día me hablaba la esposa… yo les colgaba”.
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No obstante, las citas se acabaron cuando llegó Cornelio, un hombre "no muy agraciado" que se ganó su atención por sus chistes y modales. Teresa reía con una broma recurrente en la que Cornelio le afirmaba que tenía los labios parecidos a los de una mojarra.

Así, un 14 de febrero y después de "noventa y tantas" citas con otros pretendientes, según Teresa, ambos se vieron por primera vez en el Metro Insurgentes, al que llegó Cornelio con un traje pulcro. Como no podía ser de otra forma, éste se presentó diciendo que era el hombre con los singulares labios de pez.

“Entonces se me acerca y me dice muy amable ‘buenas tardes, ¿eres María Teresa?’ y le dije ‘sí, ¿y tú quién eres?’, ‘yo soy Cornelio el que siempre te anda bromeando con la boca de mojarra. Ahí nos quedamos una hora platicando”.

Me gustaría terminar esta historia, querido lector, con el siempre anhelado “vivieron felices para siempre”, pero siempre hay un día después de ese final de película. Cornelio y Teresa vivieron juntos por años; pero, al final, las palabras se gastaron, el futuro los alcanzó, el amor... 

No llegaron al matrimonio, un invento reciente para garantizar la unión de dos personas y asegurar la crianza de futuros hijos. Por el contrario, decidieron separarse y aceptar que la vida sigue.

El inicio de su historia juntos es singular: cómo dos personas coincidieron en un programa de radio, entre miles de radioescuchas y, además, resultaron afines. Teresa se enamoró de Cornelio entre un número de opciones que ya ni recuerda.

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En busca del amor, seleccionamos las mejores fotos, el mejor tono de voz para llamar, la mejor ropa para una cita; mostramos la mejor versión de nosotros mismos que creemos tener disponible.

Cuando nos enamoramos, nos volvemos videntes y confiamos en un futuro que, por una vez, no nos parece desconocido del todo; pero nada de esto garantiza que el amor florezca en donde queremos ni el tiempo que deseamos. 

Tratamos de explicar y entender el amor, cuando, y disculpa lo trillado, un señor argentino ya lo hizo desde el 63.

“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”, Julio Cortázar, Rayuela.

KT / ZP

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