MADRID.- Entre besos al aire y aplausos, los pacientes ancianos de Madrid saludan a los médicos que van a examinarlos en su casa durante la pandemia de coronavirus, a pesar de los riesgos que conlleva.
"No sé si es correcto decirlo pero he tenido un poco de miedo", dice a Reuters la enfermera de atención primaria Ana Arenal después de que ella y un médico hicieran las rondas en un taxi con abundante material para protegerse a sí mismos y a sus pacientes.
Las personas a las que atienden están por lo general libres del virus y necesitan inyecciones periódicas, medirse la presión sanguínea u otros chequeos. Los médicos usan mascarillas, viseras protectoras y guantes en la mayoría de los casos, pero tienen un equipo de protección completo para atender a algunos pacientes con síntomas.
"Para evitar que los pacientes corran riesgos (saliendo de sus viviendas), hemos hecho muchas visitas diarias a domicilio. Hemos visto mucho agradecimiento", añade Arenal junto al doctor Carlos Balsalobre Sánchez, mientras visitan apartamentos de clase media a menudo adornados con figuras de santos católicos.
Pero no todo son besos y gratitud para los equipos sanitarios de cuidado a domicilio. Muchos tienen recuerdos dolorosos de una epidemia que ha matado a más de 27.000 personas en España.
"Ver en nuestros registros el puntito rojo junto a un nombre (...), que durante la pandemia significó la muerte de nuestros pacientes, ha sido bastante duro", recuerda Arenal.
El momento más conmovedor de Balsalobre Sánchez fue ver a una pareja de ancianos abrazarse por última vez antes de que la esposa fuera llevada a un hospital, donde luego murió.
Otra enfermera, María Jesús Santamaría, que ha estado haciendo consultas y visitas telefónicas, recordó que una anciana le dijo "adiós" por teléfono y le pidió que cuidara de su marido.
"Muchas personas han superado la enfermedad, gracias a Dios, pero te llevas eso contigo", dice Santamaría.
Un paciente de 75 años, Manuel Sanz Calderón, dice, después de recibir las inyecciones, que todo lo que expresa esta enfermera es alegría: "Es cariñosa, amable y no puedo decir más sobre ella".
Santamaría se sonroja. "Todos hemos sido héroes, los que se han quedado en casa, los que hemos hecho nuestro trabajo".
cog
MADRID.- Entre besos al aire y aplausos, los pacientes ancianos de Madrid saludan a los médicos que van a examinarlos en su casa durante la pandemia de coronavirus, a pesar de los riesgos que conlleva.
"No sé si es correcto decirlo pero he tenido un poco de miedo", dice a Reuters la enfermera de atención primaria Ana Arenal después de que ella y un médico hicieran las rondas en un taxi con abundante material para protegerse a sí mismos y a sus pacientes.
Las personas a las que atienden están por lo general libres del virus y necesitan inyecciones periódicas, medirse la presión sanguínea u otros chequeos. Los médicos usan mascarillas, viseras protectoras y guantes en la mayoría de los casos, pero tienen un equipo de protección completo para atender a algunos pacientes con síntomas.
"Para evitar que los pacientes corran riesgos (saliendo de sus viviendas), hemos hecho muchas visitas diarias a domicilio. Hemos visto mucho agradecimiento", añade Arenal junto al doctor Carlos Balsalobre Sánchez, mientras visitan apartamentos de clase media a menudo adornados con figuras de santos católicos.
Pero no todo son besos y gratitud para los equipos sanitarios de cuidado a domicilio. Muchos tienen recuerdos dolorosos de una epidemia que ha matado a más de 27.000 personas en España.
"Ver en nuestros registros el puntito rojo junto a un nombre (...), que durante la pandemia significó la muerte de nuestros pacientes, ha sido bastante duro", recuerda Arenal.
El momento más conmovedor de Balsalobre Sánchez fue ver a una pareja de ancianos abrazarse por última vez antes de que la esposa fuera llevada a un hospital, donde luego murió.
Otra enfermera, María Jesús Santamaría, que ha estado haciendo consultas y visitas telefónicas, recordó que una anciana le dijo "adiós" por teléfono y le pidió que cuidara de su marido.
"Muchas personas han superado la enfermedad, gracias a Dios, pero te llevas eso contigo", dice Santamaría.
Un paciente de 75 años, Manuel Sanz Calderón, dice, después de recibir las inyecciones, que todo lo que expresa esta enfermera es alegría: "Es cariñosa, amable y no puedo decir más sobre ella".
Santamaría se sonroja. "Todos hemos sido héroes, los que se han quedado en casa, los que hemos hecho nuestro trabajo".
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MADRID.- Entre besos al aire y aplausos, los pacientes ancianos de Madrid saludan a los médicos que van a examinarlos en su casa durante la pandemia de coronavirus, a pesar de los riesgos que conlleva.
"No sé si es correcto decirlo pero he tenido un poco de miedo", dice a Reuters la enfermera de atención primaria Ana Arenal después de que ella y un médico hicieran las rondas en un taxi con abundante material para protegerse a sí mismos y a sus pacientes.
Las personas a las que atienden están por lo general libres del virus y necesitan inyecciones periódicas, medirse la presión sanguínea u otros chequeos. Los médicos usan mascarillas, viseras protectoras y guantes en la mayoría de los casos, pero tienen un equipo de protección completo para atender a algunos pacientes con síntomas.
"Para evitar que los pacientes corran riesgos (saliendo de sus viviendas), hemos hecho muchas visitas diarias a domicilio. Hemos visto mucho agradecimiento", añade Arenal junto al doctor Carlos Balsalobre Sánchez, mientras visitan apartamentos de clase media a menudo adornados con figuras de santos católicos.
Pero no todo son besos y gratitud para los equipos sanitarios de cuidado a domicilio. Muchos tienen recuerdos dolorosos de una epidemia que ha matado a más de 27.000 personas en España.
"Ver en nuestros registros el puntito rojo junto a un nombre (...), que durante la pandemia significó la muerte de nuestros pacientes, ha sido bastante duro", recuerda Arenal.
El momento más conmovedor de Balsalobre Sánchez fue ver a una pareja de ancianos abrazarse por última vez antes de que la esposa fuera llevada a un hospital, donde luego murió.
Otra enfermera, María Jesús Santamaría, que ha estado haciendo consultas y visitas telefónicas, recordó que una anciana le dijo "adiós" por teléfono y le pidió que cuidara de su marido.
"Muchas personas han superado la enfermedad, gracias a Dios, pero te llevas eso contigo", dice Santamaría.
Un paciente de 75 años, Manuel Sanz Calderón, dice, después de recibir las inyecciones, que todo lo que expresa esta enfermera es alegría: "Es cariñosa, amable y no puedo decir más sobre ella".
Santamaría se sonroja. "Todos hemos sido héroes, los que se han quedado en casa, los que hemos hecho nuestro trabajo".
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