El poblano Alfredo Daza (1975) fue hasta el pasado junio el barítono principal de una de las compañías operísticas más prestigiosas del mundo: la Staatsoper Unter den Linden, en Alemania. Despedirse de la que fue su “casa musical” durante 14 años ha sido uno de los mayores desafíos a los que se ha enfrentado a lo largo de más de dos décadas de trayectoria artística.
Sin embargo, el deseo de emprender nuevos proyectos e interpretar roles operísticos más desafiantes lo impulsaron a tomar esa decisión. Ahora, tras18 años de ausencia, prepara su regreso al Palacio de Bellas Artes con una ambiciosa producción a cargo de la Compañía Nacional de Ópera: Macbeth, de Giuseppe Verdi, bajo la batuta de Marco Guidarini y la dirección escénica de Lorena Maza. Las funciones serán los días 13, 18, 20 y 23 de septiembre.
Daza, una de las voces mexicanas con mayor proyección internacional, refiere que la ópera que se presentará en Bellas Artes implica mayor complejidad para los ejecutantes, particularmente para el barítono que tiene el rol protagónico, ya que no será la versión revisada por Verdi en 1865 —la más representada en los escenarios—, en México se montará la versión original de 1847.
“El papel cambia un 50 por ciento. El tercer y el cuarto acto son totalmente diferentes. Cuando me enteré me dio un poco de pánico pero, aunque suene trillado, me gustan los retos”, describe el barítono que en entrevista nos habla de sus proyectos.
¿Cómo fue que decidiste dejar la Staatsoper?
Fue un proceso muy largo. Ya lo venía pensando desde hace varios años, pero son decisiones que toman tiempo porque hay que enfrentar muchos miedos. La Staatsoper fue mi casa musical y estando ahí logré muchas cosas: tener debuts importantísimos, cantar repertorio verdiano y adaptar muchísimos roles, pero al mismo tiempo hubo otros roles que estando ahí no he podido hacer. Es el caso de Macbeth. Preparé este papel en Berlín para cubrir a Plácido Domingo, quien lo canta esta temporada y lo hará la próxima. Los ejecutivos de la Staatsoper me dijeron que tal vez yo lo podría cantar en dos años. Así es que fue un poco por ambición y otro poco por tomar el riesgo. ¡Yo también quiero cantar un Macbeth! Al mismo tiempo, me empezaron a ofrecer proyectos muy interesantes, entre ellos la invitación para hacer esta ópera en México.
Plácido Domingo ha dicho que "Macbeth" es “el Otelo de los barítonos” ¿coincides con esa afirmación?
Creo que lo dijo en el sentido de que Macbeth es un papel cúspide para un barítono. Su ejecución requiere de una gran madurez. Hacer un papel de ese vuelo cuesta mucho trabajo. Este rol hay que prepararlo musicalmente lo más perfecto posible. Para mí el Otelo de los barítonos es… el Otelo, pero Plácido Domingo sabe más que yo.
Eres considerado ya un barítono verdiano. ¿Qué ha significado Verdi para ti?
Es mi compositor. Siento como si hubiera escrito para mí. Todo el repertorio italiano ha sido muy importante en mi carrera, pero Verdi desenvolvió al barítono de tal manera que es un placer cantarlo, aunque es muy difícil y está lleno de retos. Verdi es mi rockstar, mi ídolo; lo tengo sobre mi piano, cada vez que empiezo a quejarme, volteo a verlo y le digo: “Perdón, maestro. Ahorita me pongo las pilas”.
¿Cuál ha sido la influencia de un personaje como Daniel Barenboim en tu carrera?
Ha sido determinante. Por él llegué a la Staatsoper de Berlín. Fue su decisión, fue su invitación. Mi primer “Conde de Almaviva”, deLas bodas de Fígaro, lo canté con él. Mi primera ópera en ruso la canté con él. Cuando empecé a desarrollarme en el repertorio verdiano coincidimos, junto con Plácido Domingo, en Simon Boccanegra. Con Barenboim preparé musicalmente el papel de Macbeth (escénicamente con Harry Kupfer, un director legendario). Él, junto con el maestro Domingo, son personajes con los que tengo la bendición de trabajar continuamente.
¿Qué sigue para ti después de Macbeth?
En diciembre regreso a la Staatsoper de Berlín, ahora como invitado, para cantar Falstaff, también de Verdi. Además, después cantaré nuevamente en El barbero de Sevilla, en La Traviata; y en Beijing, en Los pescadores de perlas.
El poblano Alfredo Daza (1975) fue hasta el pasado junio el barítono principal de una de las compañías operísticas más prestigiosas del mundo: la Staatsoper Unter den Linden, en Alemania. Despedirse de la que fue su “casa musical” durante 14 años ha sido uno de los mayores desafíos a los que se ha enfrentado a lo largo de más de dos décadas de trayectoria artística.
Sin embargo, el deseo de emprender nuevos proyectos e interpretar roles operísticos más desafiantes lo impulsaron a tomar esa decisión. Ahora, tras18 años de ausencia, prepara su regreso al Palacio de Bellas Artes con una ambiciosa producción a cargo de la Compañía Nacional de Ópera: Macbeth, de Giuseppe Verdi, bajo la batuta de Marco Guidarini y la dirección escénica de Lorena Maza. Las funciones serán los días 13, 18, 20 y 23 de septiembre.
Daza, una de las voces mexicanas con mayor proyección internacional, refiere que la ópera que se presentará en Bellas Artes implica mayor complejidad para los ejecutantes, particularmente para el barítono que tiene el rol protagónico, ya que no será la versión revisada por Verdi en 1865 —la más representada en los escenarios—, en México se montará la versión original de 1847.
“El papel cambia un 50 por ciento. El tercer y el cuarto acto son totalmente diferentes. Cuando me enteré me dio un poco de pánico pero, aunque suene trillado, me gustan los retos”, describe el barítono que en entrevista nos habla de sus proyectos.
¿Cómo fue que decidiste dejar la Staatsoper?
Fue un proceso muy largo. Ya lo venía pensando desde hace varios años, pero son decisiones que toman tiempo porque hay que enfrentar muchos miedos. La Staatsoper fue mi casa musical y estando ahí logré muchas cosas: tener debuts importantísimos, cantar repertorio verdiano y adaptar muchísimos roles, pero al mismo tiempo hubo otros roles que estando ahí no he podido hacer. Es el caso de Macbeth. Preparé este papel en Berlín para cubrir a Plácido Domingo, quien lo canta esta temporada y lo hará la próxima. Los ejecutivos de la Staatsoper me dijeron que tal vez yo lo podría cantar en dos años. Así es que fue un poco por ambición y otro poco por tomar el riesgo. ¡Yo también quiero cantar un Macbeth! Al mismo tiempo, me empezaron a ofrecer proyectos muy interesantes, entre ellos la invitación para hacer esta ópera en México.
Plácido Domingo ha dicho que "Macbeth" es “el Otelo de los barítonos” ¿coincides con esa afirmación?
Creo que lo dijo en el sentido de que Macbeth es un papel cúspide para un barítono. Su ejecución requiere de una gran madurez. Hacer un papel de ese vuelo cuesta mucho trabajo. Este rol hay que prepararlo musicalmente lo más perfecto posible. Para mí el Otelo de los barítonos es… el Otelo, pero Plácido Domingo sabe más que yo.
Eres considerado ya un barítono verdiano. ¿Qué ha significado Verdi para ti?
Es mi compositor. Siento como si hubiera escrito para mí. Todo el repertorio italiano ha sido muy importante en mi carrera, pero Verdi desenvolvió al barítono de tal manera que es un placer cantarlo, aunque es muy difícil y está lleno de retos. Verdi es mi rockstar, mi ídolo; lo tengo sobre mi piano, cada vez que empiezo a quejarme, volteo a verlo y le digo: “Perdón, maestro. Ahorita me pongo las pilas”.
¿Cuál ha sido la influencia de un personaje como Daniel Barenboim en tu carrera?
Ha sido determinante. Por él llegué a la Staatsoper de Berlín. Fue su decisión, fue su invitación. Mi primer “Conde de Almaviva”, deLas bodas de Fígaro, lo canté con él. Mi primera ópera en ruso la canté con él. Cuando empecé a desarrollarme en el repertorio verdiano coincidimos, junto con Plácido Domingo, en Simon Boccanegra. Con Barenboim preparé musicalmente el papel de Macbeth (escénicamente con Harry Kupfer, un director legendario). Él, junto con el maestro Domingo, son personajes con los que tengo la bendición de trabajar continuamente.
¿Qué sigue para ti después de Macbeth?
En diciembre regreso a la Staatsoper de Berlín, ahora como invitado, para cantar Falstaff, también de Verdi. Además, después cantaré nuevamente en El barbero de Sevilla, en La Traviata; y en Beijing, en Los pescadores de perlas.