Provenientes de distintos puntos del país, son niños y adolescentes que iniciaron su experiencia musical en orquestas comunitarias del Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM). En premio a su constancia, el domingo tocarán con la Orquesta Sinfónica Infantil de México (OSIM) en el Palacio de Bellas Artes.
Su experiencia recuerda aquel viejo chiste del joven músico que en una calle de Nueva York le pregunta a un señor: “¿Cómo llego al Carnegie Hall?” Sin pensarlo mucho, el hombre responde: “Practica”. Horas de práctica y entrega han recompensado a estos jóvenes músicos al integrarlos a la OSIM para enfrentar un repertorio que va de Rossini a Ginastera, pasando por Moncayo, Revueltas, Chaikovski y otros autores.
En Querétaro, 123 instrumentistas menores de 17 años han realizado ensayos, prácticas colectivas y actividades lúdicas desde el 21 de julio, como preparación para la vigesimoséptima gira de la OSIM, que incluye tres conciertos. El primero se celebrará mañana a las 17 horas en el Teatro Ocampo, de Cuernavaca; el segundo, en Bellas Artes al día siguiente y a la misma hora, y el último el lunes en la Biblioteca Vasconcelos de Ciudad de México a las 18 horas.
HISTORIAS
Tubista de 14 años, David Isaac Vielma es parte de una banda comunitaria en su natal Ciudad Juárez. Hace un año ingresó a la OSIM, lo que considera un privilegio. Dice que su vida se ha transformado, “me ha dado la oportunidad de estar en Bellas Artes. Uno va a disfrutando diferentes experiencias al tocar en varios lugares”.
Para Vielma, la tuba “es la base de una banda, el apoyo para mantener el tiempo, porque si éste se pierde, también el grupo”. El músico, que ha aprendido a no extraviarlo, elige Janitzio, de Silvestre Revueltas, como su pieza favorita del programa que van a interpretar: “Es confusa, pero está padre. En algunas partes los metales nos tenemos que lucir”.
Arpista de 17 años nacido en Ciudad de México, Jacqueline Aguirre estudió en una Escuela de Iniciación Artística y luego en la Arte y Movimiento del Centro Cultural Ollin Yoliztli. Con experiencia en el folclor, hace dos años comenzó su experiencia con la música académica.
La arpista refiere que “estas formas de hacer música no están peleadas. Para el arpa clásica es indispensable leer partituras, llevar cierto nivel de solfeo y otras cosas, mientras que en el folclor aprendimos a tener un oído más despierto y una mente ágil. Combinar estos dos mundos me ha servido mucho”.
El arpa estará presente en Danzón no. 2, de Arturo Márquez, y Tierra de temporal, de José Pablo Moncayo, en las que se usaron recursos de música folclórica y tradicional; dice Jacqueline: “Se siente muy bien que se ocupen para obras de orquesta”.
Violonchelista tamaulipeco de una orquesta comunitaria en su estado natal desde 2014, Sebastián Alonso dice que una de sus satisfacciones es tocar en su tierra ante públicos no muy relacionados con la música de concierto: “La respuesta de la gente es muy positiva. A pesar de que es muy raro que haya este tipo de conciertos, le gustan mucho”.
El chelista considera que es importante fomentar la cultura en general. “Lo que el país necesita es que los jóvenes se acerquen a la cultura, pero que no vean esto como una actividad pasajera o una pérdida de tiempo, sino como algo importante en sus vidas”.
Alejandra Guadalupe Ramírez Ávila, violinista guanajuatense de 16 años, es parte de la Orquesta Comunitaria Imagina del Sistema Bajío, que toca música tradicional. Le maravilla que en los conciertos niños y jóvenes se acerquen a ellos y les pregunten cómo hacen para tocar: “Ojalá que ellos también se atrevan a tomar un instrumento, porque eso puede ayudar a la comunidad a terminar con la violencia, gracias al respeto y la convivencia que se logra en las orquestas. La música cambia mucho los valores humanos”.