Los Pitufos cobran vida en Bruselas en su 60 aniversario

Hasta el 27 de enero de 2019, la tierra mágica de los pequeños seres azules cobra vida en Bruselas, la capital de Bélgica, país donde fueron creados en 1958 por las manos del diseñador Peyo.

Los Pitufos cobran vida en Bruselas en su 60 aniversario
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Los Pitufos celebran este año su 60 aniversario y para conmemorar la fecha invitan a sus incondicionales a visitar su pueblo y experimentar en la piel su universo puntillado por casas de setas (hongos) y las amenazas constantes del cruel Gargamel.

Hasta el 27 de enero de 2019, la tierra mágica de los pequeños seres azules cobra vida en Bruselas, la capital de Bélgica, país donde fueron creados en 1958 por las manos del diseñador Peyo (Pierre Culliford, su verdadero nombre).

IPMS, la sociedad belga que tiene los derechos de explotación de la obra de Peyo, organizó en el centro de exposiciones Brussels Expo un evento “inmersivo e interactivo” para traer a la vida a algunos de los más famosos personajes de cómic del mundo.

Facemapping, realidad virtual, hologramas: “Schtrumpf Experience” (que retoma el nombre de los personajes en francés) combina tecnologías de última generación y artes escénicas tradicionales para ofrecer el mayor realismo posible.

"Esas tecnologías han sido especialmente adaptadas a la ‘Schtrumpf Experience’. Queríamos presentar a los Pitufos como personajes vivos dentro de su tiempo, no como viejos de barba blanca", explicó el productor del evento, Mario Iacampo.

Un concepto que costó cinco millones de euros y que viene atrayendo tres mil visitantes, la capacidad máxima, desde su inauguración, el pasado 9 de junio.

La aventura del visitante empieza en una inmensa pagina de cómic que se tiene que cruzar para adentrarse en un bosque donde mallas blancas cuelgan de hilos atados a ramas, entre flores y setas gigantes dotadas de puertas y ventanas.

Gracias a un escenario sobredimensionado, los fanáticos que cruzan los 1.5 mil metros cuadrados de exposición se sienten “altos como tres manzanas”, como Peyo describía el tamaño de sus personajes.

Pitufo Filósofo, Pitufo Bromista, Pitufo Gruñón, la Pitufita y sus amigos están por todo el bosque. Desfilan entre el público en la forma de actores disfrazados o cuentan historias de sus 60 años de vida en forma de hologramas.

En la casa de Papá Pitufo uno se encuentra con el libro de magia y la caldera donde el anciano del pueblo prepara sus pociones mágicas.

Detrás de una cascada se descubre un camino encantado iluminado por luciérnagas, con piedras que trazan un sendero sobre una ciénaga que los niños pueden cruzar con la ayuda de una liana.

Como siempre, Gargamel no está lejos, aunque antes de recibir una desagradable visita los Pitufos han logrado detenerlo y lo mantienen atado en un salón, bajo la mirada furtiva de su gato Azrael.

La inmersión en el mundo de los Pitufos termina con una sesión de realidad virtual que lleva al visitante en un vuelo sobre el pueblo sobre una cigueña.

“El principal desafío en la concepción escenográfica fue traducir en un todo coherente las expectativas de los diferentes públicos: los niños actuales, los niños grandes que seguimos siendo y que tuvimos a los Pitufos como compañeros de nuestra infancia”, explicó Iacampo.

El productor destaca la “extraordinaria capacidad” que los pequeños seres azules tienen de “reinventarse en permanencia y combinar con su época”, lo que explicaría que el interés de niños siga intacto 60 años después, pese a todos los cambios en el mundo, mientras que los adultos no pierden el cariño por los personajes que acompañaron su infancia.

Las historias de estos seres azules vendieron 50 millones de cómics en más de 90 países, alimentaron un dibujo animado difundido en más de 100 países y siguen reproduciéndose en 41 canales de la red social YouTube.

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