Con su mensaje de unión y de igualdad, el primer disco y documental de Residente post Calle 13 no podría ser más oportuno para el clima político estadounidense actual. Pero el astro puertorriqueño de la música urbana afirma que su proyecto empezó mucho antes que la era de Donald Trump.
"Trump no es el único racista, es solo uno", dijo Residente en Nueva York en una presentación reciente de este proyecto basado en una prueba de su ADN. "Creo que el tema ... ahora es aún más relevante por lo que está pasando con Trump y no solo con Trump, porque hay mucho racismo alrededor del mundo".
"Quizás esto haga que la gente quiera hacerse una prueba de ADN y quizás puedan ver que vinieron de una mujer negra, pues todos venimos de Kenia", añadió el artista, cuyo verdadero nombre es René Pérez.
"Residente", el álbum, sale a la venta el viernes e incluye 13 piezas que el músico compuso y grabó a lo largo de dos años, mientras recorría algunos de los países originarios de sus ancestros, según la prueba genética que se hizo. Empezó por Siberia, en Rusia, y también visitó China, así como Burkina Faso, Ghana y Níger, en África Occidental, y Armenia, Georgia y Osetia en la zona del Cáucaso.
El documental homónimo, dirigido por el propio Pérez, comienza con su niñez en Puerto Rico, sus dificultades como un joven estudiante y su ascenso con el grupo Calle 13, antes de seguirlo en la creación de este ambicioso proyecto en solitario. El filme se estrenó este mes en South by Southwest (SXSW) y de acuerdo con sus representantes próximamente se exhibirá en otros festivales, aún por anunciarse.
En el mismo cuenta que decidió dejar Calle 13 estando en la cumbre del éxito porque sintió que necesitaba hacer otra cosa para encontrar inspiración, y así fue como se dio a la tarea de emprender su viaje, donde compartió con artistas locales mayormente amateur o desconocidos, muchos de los cuales viven en condiciones de pobreza o han sido afectados por la guerra. Son encuentros conmovedores que están presentes en su música y en sus letras incisivas y que resaltan la diversidad y la condición humana.
"Este no es un álbum de World Music", señaló en su encuentro reciente con la prensa, en el que habló en inglés. "Viajé por el mundo, pero quería hacer algo nuevo".
En China trabajó con la Ópera de Pekín, considerada una de las máximas expresiones de la cultura del país, desafiando a un grupo de intérpretes a salirse de su zona de confort y ponerle melodía a las letras que él había escrito.
"Cuando fui a China, primero que todo, era muy difícil comunicarse porque ellos no hablaban inglés y en esa época mi inglés era terrible y mi traductor, bueno, su inglés no era malo pero tampoco era profesor de inglés", relató Pérez. "Nos tomó un tiempo llegar hasta ahí y traducir primero las letras ... de español a inglés y entonces de inglés a chino. Y como yo soy muy obsesivo, quería que todo lo que ellos dijeran fuera muy preciso y fue muy difícil".
"Conozco la Ópera de Pekín y el modo en que hacen su arte", explicó, "pero quería que lo cambiaran un poco porque yo estaba entrando en su mundo y quería que ellos también entraran al mío".
Dijo que cuando comenzó su travesía lo hizo pensando más bien en la música, pero que escuchar las historias de las personas que iba conociendo lo llevó a pensar más en el tema de la raza.
"Todos venimos del mismo lugar", afirmó. "Aunque somos diferentes, somos diferentes por igual".