Hace más de cinco décadas, un niño de aproximadamente seis años fue arrancado de su hogar en Guadalajara. Su nombre es Alejandro Zamora Mendoza, aunque al nacer fue registrado como Jaime Alejandro Salas o Alejandro Jaime Salas Cuellar.
Los recuerdos de aquella época son vagos para él, pero un sentimiento persiste: la necesidad de encontrar a su familia.
Hoy, Alejandro tiene 60 años y padece la enfermedad de Huntington, una condición neurodegenerativa que lo ha llevado a buscar de manera más urgente a su familia biológica. Recuerda haber vivido cerca de la calle Bartolomé de las Casas, en las inmediaciones de la antigua central de autobuses de Guadalajara.
¿Cómo se separó Alejandro Zamora de su familia?
Aunque no tiene fotografías de cuando era niño, su familia asegura que su nieto, cuyas imágenes han sido difundidas, se parece mucho a cómo lucía Alejandro a esa edad.
El día que cambió su vida para siempre, Alejandro recuerda que su madre, a quien llamaba Anita, salió al mercado, dejándolo al cuidado de sus dos hermanas menores. Sin embargo, él salió de casa y se dirigió al Parque Agua Azul, donde un extraño se le acercó y le ofreció llevarlo a Veracruz. Sin saber lo que le deparaba el destino, aceptó la propuesta y fue llevado a la central vieja, donde abordaron un camión rumbo a Veracruz.
En ese lugar, comenzó una vida de explotación. Alejandro fue obligado a cantar en los autobuses y a entregar el dinero a su captor. La situación duró hasta que unos vecinos del hombre le sugirieron que buscara refugio en una casa hogar. Finalmente, un conductor de autobús y su esposa escucharon su historia y lo llevaron a un hospicio en Veracruz.
¿Por qué busca Alejandro a su familia después de tantos años?
Después de pasar la mayor parte de su vida en Veracruz, Alejandro fue adoptado por una familia de escasos recursos, con quienes creció.
Aunque intentó regresar a Guadalajara hace más de 24 años para buscar a su familia biológica, no tuvo éxito. Ahora, con su diagnóstico de Huntington, la urgencia de encontrar a sus seres queridos ha crecido.
Alejandro ha compartido con su familia adoptiva y sus hijos los recuerdos de su vida en Guadalajara, y aunque no cuenta con fotografías de su infancia, su nieto es la viva imagen de cómo era él en su niñez.
Su esperanza es que alguien lo reconozca o que recuerden a su padre, Pedro, quien trabajaba como vigilante en la antigua central de autobuses. Si alguien tiene información, puede contactarse con su hija Christian Zamora Alfaro a través de Facebook.
MQ