En las calles de Izúcar de Matamoros, la realidad que enfrentan algunos adultos mayores es tan lamentable como invisible para la mayoría. Genoveva Cruz Estrada, ex cronista, docente y ex directora de la Casa de Cultura de esta región, ha revelado una verdad inquietante luego de recorrer las calles del centro: al menos siete ancianos, en su mayoría de comunidades indígenas de Oaxaca y Guerrero, son obligados por familiares o terceros a pedir dinero en la vía pública para subsistir.
La situación se presenta con patrones claros y alarmantes. Los ancianos, de entre 80 y 90 años, son llevados cada mañana a diferentes esquinas para mendigar, mientras sus victimarios les retiran cualquier acceso a sus pensiones o apoyos gubernamentales.
Este dinero, que podría mejorar su calidad de vida, termina en manos de quienes los explotan y ellos permanecen en las calles pidiendo limosna para subsistir.
Exhiben los engaños y explotación que viven los ancianitos
Durante sus recorridos, Genoveva se ha detenido a conversar con estos abuelos y abuelas para conocer sus historias. Lo que ha encontrado es desolador: muchos de ellos fueron llevados a Izúcar bajo engaños, prometiéndoles un mejor futuro, solo para encontrarse atrapados en una red de explotación.
Un caso que resalta entre estas historias es el de un anciano originario de Guerrero, cuyo paradero era desconocido para su familia. Tras escuchar su historia, Genoveva logró contactar a sus familiares y lo devolvió a su hogar, dando un destello de esperanza en un panorama sombrío.
Sin embargo, no todos corren con la misma suerte. Genoveva teme que algunos de estos adultos mayores puedan estar siendo víctimas de trata de personas con fines de explotación laboral, ya que muchos desaparecen tras mostrar interés en ayudarlos.
Un llamado urgente a las autoridades
La situación ha llevado a Genoveva a buscar el apoyo de las autoridades municipales. Su propuesta incluye realizar un censo de las personas en situación de calle y crear un albergue para los adultos mayores. Según ella, esto no solo les ofrecería un lugar seguro, sino que también les devolvería la dignidad que se les ha arrebatado.
Los relatos de estos ancianos retratan un problema social profundamente arraigado. Más allá de la explotación económica, estas personas enfrentan el abandono, el despojo de sus derechos y la indiferencia de una sociedad que a menudo no mira más allá de lo evidente, por lo que se pide que la población que tome en consideración a las personas adultas mayores.
ERV