El miércoles de ceniza marca el inicio de los 40 días de cuaresma, en los que la iglesia católica convoca a los fieles a la conversión y a la preparación para vivir los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo en la Semana Santa.
Se trata de una celebración en donde se impone durante la misa una marca de ceniza en forma de cruz en la frente de los fieles, pero ¿de qué está hecha esta ceniza, y cuál es su origen?
Las cenizas utilizadas en la misa provienen de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior. Se queman los restos de las palmas, se rocían con agua bendita y luego son aromatizadas con incienso.
La palabra ceniza proviene del latín 'cinis', que significa o representa el producto de la combustión de un elemento material por el fuego. Simbólicamente representa la muerte, la humildad y penitencia.
El uso de la ceniza tiene su origen en una antigua costumbre judía, mediante la cual las personas que habían cometido pecado cubrían parte de su cuerpo con cenizas, como una forma de demostrar su ferviente deseo por alejarse de lo malo y acercarse más a Dios.
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En los primeros siglos de la iglesia la ceniza se colocaba en la cabeza de los fieles, como un hábito penitencial para recibir el sacramento de la reconciliación el Jueves Santo.
Es una costumbre no lavar la ceniza de la frente hasta que ésta desaparezca por sí misma, aunque no es de carácter obligatorio.
Durante el miércoles de ceniza se debe considerar como un día de contemplación de las trasgresiones, mediante el ayuno y la abstinencia de la carne o consumo de proteína animal (aves y mamíferos). Esta práctica es extensible a todos los viernes durante Cuaresma.
Qué frases dice el sacerdote al colocar la ceniza y por qué
Al imponer las cenizas, el sacerdote expresa algunas de las frases extraídas de las Sagradas Escrituras:
Convertíos y creed en el Evangelio (Mc. 1,15).
Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (Gn. 3,19).
El acto de imposición de las cenizas a los fieles y creyentes católicos es realizado por un sacerdote o un diácono en la misa, al término de la homilía, y este acto sacramental puede ser recibido por cualquier persona creyente o no en la fe católica.
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