Evelyn Arrieta es superviviente de meningitis. Desde el inicio del padecimiento se planteó no flaquear y lo logró. A pesar que fue de las primeras pacientes en recibir los medicamentos de los que no se sabría el resultado y que parte del paso por el nosocomio fue duro y oscuro. La luz la encontró en el trato del personal y en el medicamento.
Desde el Hospital 450 miraba por la ventana como la normalidad seguía en la ciudad de Durango, capital del estado de mismo nombre en el norte mexicano y tras 26 días internada, al salir, publicó un post en Facebook que se volvió viral y donde comprendió que existe miedo en las personas que pueden ser pacientes sospechosos, mucho y es porque existe desinformación, dijo.
Ahora que regresó con sus hijas, se planteó el ayudar a que se conozca que el personal que la atendió y el medicamento es el adecuado para combatir el hongo. Reconoce que al inicio de la aplicación del Voriconazol y la anfotericina los doctores todos tuvieron miedo por no conocer la reacción que habría, recuerda.
Relata que en esta parte del proceso, la más complicada, siempre estuvo al menos un miembro del personal de enfermería al pendiente de cualquier reacción.
“Fue impresionante cómo aprendieron ellos, cómo aprendimos nosotros; cómo nuestro cuerpo se fue acostumbrando. Al inicio, es como todo: llegué a pensar que lo mejor no aguanto porque escuchas muchas cosas, que hay muertes, que bajan a terapia, pero fue de verdad. El ambiente al principio fue muy tenso, y después ellos nos levantaron el ánimo y todo cambió de manera buena”.
Paciente asegura que neurólogo la ayudó
Para Evelyn el escuchar a Luis Ruano, neurólogo del Hospital 450 fue clave para mejorar porque comprendió el funcionamiento del medicamento y el proceso por el que pasaría, y fue por lo que encontró paz dentro del internado.
Evelyn nunca estuvo sola, su compañera de cuarto pasó por el mismo espectro de síntomas. Y cuando Luis Ruano le indicó que ya podrían bañarse, fue principio para superar la enfermedad.
“Ella fue mi hombro donde me pude derrumbar y yo fui el suyo. Fuimos.
No me pudo haber tocado mejor compañera. Llegó el punto en el que andábamos en el pasillo, nos íbamos y nos dábamos la vuelta por todos lados. Visitábamos a las demás pacientes”.