El sacerdote Francisco Javier Huerta nunca imaginó que el miedo y la incertidumbre se harían presentes en algún momento de su vida profesional. Luego de 22 años de años de haberse ordenado sacerdote llegó el momento crucial cuando inició la pandemia, donde sin dudarlo puso a prueba su capacidad de servicio.
Desde hace un año, el religioso visita a pacientes enfermos de covid-19 que residen en el Antiguo Hospital Civil, su labor consiste en llevarles un mensaje de esperanza, hacer con ellos una oración, “si lo vemos oportuno, a casi todos le ponemos la santa unción”, dijo. Agregó que hay gente que tiene fuerzas para confesarse y lo hace; en algunas circunstancias también les dan la comunión.
El padre también ha ido a atender a personas que no son católicas y que piden alguna oración o ser escuchados. Para realizar su labor debe portar un traje quirúrgico completo, dobles guantes, cubrebocas KN95, doble gorro, una bata, anteojos, botas y una mascarilla que le permite estar protegido cuando ingresa al área covid del nosocomio.
El sacerdote Francisco Javier mencionó que en general los enfermos experimentan un estado de tristeza cuando atraviesan por una dura enfermedad. En el caso de los pacientes con covid, el sentimiento de soledad se agudiza al no tener contacto con el exterior debido a la gravedad de la enfermedad. El sacerdote considera muy importante darles acompañamiento para mitigar el sentimiento de soledad.
Debido al alto contagio de covid, el sacerdote no los toca, si están conscientes les pide que levanten la palma de sus manos y les pone las gotitas del óleo, “ellos mismos se lo riegan en la palma de la mano o en alguna parte del cuerpo y así evitamos también llevarles alguna bacteria y tampoco me contagio”, explicó el padre, quien también dijo que la idea es ungir a todos.
Durante toda la pandemia han sido 34 los sacerdotes que se han unido a este apostolado de atender enfermos de covid. En un principio eran grupos que se rotaban, pero ahora son un grupo de 10 sacerdotes fijos que se dedican a esta noble labor.
Lo más complicado para el padre Francisco Javier Huerta ha sido aprender a desprenderse de las personas y pacientes que han fallecido por el virus. “Vamos aprendiendo a desprendernos de las personas que amamos y entender que son los procesos de Dios. Aquí nos va fortaleciendo la fe, nos va acrecentando la caridad y son de esas experiencias que vamos viviendo”, comentó.
El sacerdote reconoció que sí da impotencia de ver a tantos enfermos que murieron. Aunque lleva tiempo prestando este servicio continúa siendo impresionante para el padre Francisco caminar por los pasillos del área covid, no obstante cuando entra lo hace pensando en que es un espacio sagrado y hay que entrar con mucha reverencia.
Antes de hacer su apostolado ofrece una oración a Dios para que ilumine su camino y le dé las palabras propicias para que los enfermos encuentren alivio, paz y la tranquilidad.
MEN