La esquina que conforman las calles 9 Poniente y 3 Sur en el Centro Histórico de Puebla, es escenario de una de las casas más antiguas y misteriosas de la ciudad, la llamada 'casa del perro'.
Cuenta la historia que la propiedad fue arrendada a las monjas del convento de Santa Inés por un español de nombre Juan Illescas, quien se dedicaba al comercio de esclavos. Él había llegado junto con su familia a vivir entre los católicos residentes, hasta que descubrieron que en realidad era un judío encubierto que había mentido sobre sus verdaderos orígenes.
Cuando se supo de este hecho, una noche la Santa Inquisición llegó a su casa para arrestarlo ya que ante su juicio, practicaba una conducta religiosa doble, es decir, públicamente se manifestaba como católico y de forma secreta hacía prácticas judías, las cuales eran condenadas por el Santo Oficio.
El sueño del perro fantasmal
La leyenda narra que esa noche, su esposa Sara tuvo un sueño en donde se le aparecía un perro fantasmal, al cual le brillaban los ojos y le pedía que lo siguiera hasta el patio. Ahí surgió una luz ente las lajas, las cuales ella rompió y retiró hasta encontrar a un perro enterrado desde hacía mucho tiempo, el cual tenía un cartel que decía: “Al único amigo que tuve”, y debajo del animal había un cofre lleno de oro.
Tras el hallazgo la mujer escapó a bordo de una carreta, llevándose consigo a su hija. Esa misma noche, Don Juan logró escapar de la prisión, por lo que hay quienes afirman que su esposa pagó con oro la libertad de su marido, pero, ya nunca se supo de ellos.
Otra de las historias indica que la casa le perteneció a uno de los conquistadores españoles que dominó Tepeaca, quien entrenó a feroces perros para atacar a los indígenas. De hecho, se cuenta que él fue quien colocó la estatuilla.
Con el sismo del 19 de septiembre de 2017, la figura del perro que estaba hecha de mampostería se cayó, por lo que los vecinos cooperaron para instalar una nueva imagen de barro. Ahora, es considerado el guardián del parque de Santa Inés y la Concordia.