Las Alamedas son jardines municipales localizados en diferentes ciudades de México, cuyo uso es principalmente para dar caminatas durante el día, disfrutar de la frescura de los árboles y pasar un rato agradable con la familia, pero claro, cada una conserva su toque único y especial, como ocurre en Saltillo.
La Alameda de Zaragoza fue construida aproximadamente en el año 1835, según lo publicado en el libro ‘Los Rincones Verdes de Saltillo’, cuando el general Antonio López de Santa Anna pasó por la ciudad para combatir al ejército estadounidense, pero durante su estancia mandó a levantar los planos para un nuevo proyecto.
Este nuevo proyecto se trataba de la Alameda, la cual dotó de nogales, encinos, álamos, y sauces, lo que en un futuro se convirtió en uno de los puntos céntricos más importantes del municipio.
Hay quienes aseguran que antes de que se hicieran las diferentes modificaciones y remodelaciones en el lugar, solía ser un cementerio tras la epidemia de cólera que azotó a la ciudad.
La construcción del conocido lago de la Alameda se llevó a cabo hasta el año 1918, por orden de Gustavo Espinosa Mireles, quien también proporcionó un servicio de lanchas y presentó la peculiar y famosa figura de la República Mexicana en él, algo que muchos saltillenses desconocían.
Aunque el lago es uno de los puntos más característicos y concurridos de la Alameda por los saltillenses, quienes disfrutan sentarse en las bancas colocadas en su exterior, la realidad es que anteriormente no lucía de la misma manera, e incluso llegó a tener una profundidad mayor a los 1.70 metros, siendo considerado peligroso nadar en él.
Con el pasar de los años, la Alameda de Zaragoza tuvo más remodelaciones en las que se incluye la Fuente de las Ranas, la apertura de la Biblioteca Pública, la colocación de cámaras, entre otras modificaciones más, las cuales hicieron del lugar, algo típico de Saltillo.
KM