Si la mente puede imaginarlo, Roberto Núñez, hombre de Monterrey, Nuevo León, puede pintarlo en una cuchara.
Ya sea un Santa Claus respondiendo sus emails, un paisaje nevado, una playa o una imagen religiosa, todo puede plasmarlo en óleo en ese pequeño espacio del cubierto.
Roberto Núñez trabajó toda su vida como obrero, y cuando se pensionó decidió dedicarse a lo que le gusta desde niño: pintar.
Alguna vez observó a un pintor de cucharas y pensó que también podría hacerlo.
Sentado en la banqueta sobre la avenida Juárez, junto al muro de la basílica del roble, Roberto Núñez va imaginando lo que quiere pintar y luego lo describe en óleo con su pincel.
Cuenta Roberto que nunca estudió dibujo ni pintura, pero siente que es un don que tiene desde niño y que ahora le permite ofrecer su arte en miniatura que vende por módicos 50 pesos.
Cómo va cualquier pintor, podrá reconocer a Roberto por las manchas de pintura que va adquiriendo su ropa, como lienzo donde queda plasmado lo que es su máxima emoción: pintar.
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