Promueven crianza y adopción del Xoloitzcuincle en México

Mezcal no es un perro cualquiera, su insólita piel sin pelo preserva los genes de un ancestro sagrado.

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Ciudad de México /

En la Ciudad de México, desde el patio de un recinto cultural, algunas personas con curiosidad observan al ejemplar de raza xoloitzcuintle, con el nombre de Mezcal. Algunos se acercan dudosos, con miedo de estirar la mano hasta su lomo. Nemiliz Gutiérrez, quien lo cuida esta tarde dice “Puedes tocarlo; le encantan las caricias”.

Nemiliz, junto con su hermana Itzayani Gutiérrez, promueven la crianza y adopción responsable de estos cachorros de origen prehispánico a través del proyecto Xolostitlán.

Al tacto, Mezcal es casi tan suave como la tez humana. Tiene el color oscuro como una sombra. Orejas tiesas que apuntan al cielo. Dientes largos que rara vez muestra, pues un canino de su raza no suele ladrar.

A unos pasos de él está su dueña, Itzayani Gutiérrez, quien es hermana de Nemiliz y tiene otro xolo llamado Pilón. Actualmente lidera el proyecto Xolostitlán, que promueve la crianza y adopción responsable de estos cachorros de origen prehispánico.

“Somos privilegiados porque tenemos entre nosotros unas preciosas joyas de la historia que son patrimonio cultural vivo”, explica Itzayani durante una conferencia reciente que organizó el Colegio de San Ildefonso para difundir el valor histórico y cultural de los antepasados de Mezcal y Pilón.

En el evento cultural de San Ildefonso, Mezcal y Pilón despiertan tanto interés como sus ancestros. Junto a Pulque y Paki, otros xolos que también llegaron al recinto para darse a conocer junto a sus amos, aceptan mimos y caricias, caminan bajo los reflectores y posan para las cámaras.

Según dice Itzayani Gutiérrez, del proyecto Xolostitlán, hasta hace poco se creía que los xolos estaban en peligro de extinción y sólo podían adquirirse en lugares apartados de México.

El poco acceso a estos animales elevó su costo e incrementó el interés hacia ellos. De acuerdo con Nemiliz, su hermana y quien también difunde información sobre la raza, hay criaderos en el norte mexicano que los venden hasta en 70 mil pesos, un costo elevado en un país donde el salario mínimo apenas rebasa los 200 pesos diarios y tiene docenas de refugios caninos que cotidianamente promueven la adopción.

Hoy es común observar a estos perros paseando en barrios acomodados de la capital, pero uno podría cruzarse con algunos de sus hermanos menos populares sin notarlo: entre los xolos existe una variedad completamente cubierta de pelaje, que pueden nacer en la misma camada que los perros pelones.

“Casi nadie los quiere, siendo que son el gen más fuerte de la raza”, dice Nemiliz con cierta decepción.
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Son casi una rareza entre las rarezas y por eso el trabajo de Xolostitlán e instituciones como San Ildefonso es ampliar la información que se tiene sobre la raza o hallar hogares responsables y cariñosos para todos, sin importar si su piel tiene pelo o no.

Historia de los Xoloitzcuintles

Gracias al estudio de códices y registros escritos tras la conquista (1521), los expertos han logrado establecer la relevancia de los xolos entre algunas civilizaciones de Mesoamérica.

Antes de que los españoles llegaran a esta tierra, y con ellos la evangelización, el xoloitzcuintle fue un perro sagrado que según la cosmovisión náhuatl representaba al dios Xólotl, hermano gemelo de Quetzalcóatl. Y así, mientras este último personificaba la estrella de la mañana, la vida y la luz, el primero era efigie de la oscuridad, del inframundo y de la muerte.

En un artículo publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la historiadora Mercedes de la Garza explica que, al ser una criatura capaz de moverse a través de las tinieblas, el xolo era el encargado de llevar el espíritu de su amo hasta el mundo de los fallecidos. Es decir, cuando un alma llegaba al río del inframundo, ésta encontraba a su perro y se montaba sobre su lomo para atravesarlo juntos.

La arqueología sustenta esta idea: en diversos enterramientos, los restos hallados no son sólo humanos, sino también caninos, por lo que se piensa que el xolo era sacrificado en los ritos funerarios para ser colocado junto a su amo.

En tiempos remotos, la cercanía entre el hombre y el xoloitzcuintle fue tan profunda que éste llegó a servir como animal de sacrificio para reemplazar al humano en los rituales que se ofrendaba a las deidades.

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En aquellas ceremonias se mataba al perro extrayéndole el corazón y esto, según la experta de la UNAM, le diferenciaba de cualquier otra criatura de sacrificio y tenía un significado especial: “Es el animal por excelencia del hombre, y, por tanto, el que puede representarlo ante los dioses”.

Hace décadas, esta raza ya despertaba curiosidad entre las élites de México. Más de un xolo aparece en las pinturas de Frida Kahlo y en las fotografías que compartió con su marido, el muralista Diego Rivera. Varios fueron también los ejemplares atesorados en el Museo Dolores Olmedo, que hasta antes de su cierre por la pandemia eran objeto de visita junto con las diversas obras de arte exhibidas al sur de la capital mexicana.

Más recientemente, en 2016, el xoloitzcuintle fue declarado patrimonio de Ciudad de México, y al poco tiempo recobró fama internacional tras aparecer en el filme animado ‘Coco’, donde un simpático perro llamado Dante acompaña al protagonista hasta la tierra de los muertos. Hoy, incluso, este cuadrúpedo tiene su propio equipo de fútbol, ‘los Xolos’, con sede en Tijuana.

Se dice que no hay entre los perros un compañero más leal a su amo que el xolo. Él fue quien acompañó a Quetzalcóatl al Inframundo para recuperar los huesos que dieron origen a la humanidad y quien se mantiene como un guardián desde las sombras. Es quien repite esa historia infinita de amor entre el perro y el hombre.

MLMG

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