En apenas cinco meses como primer entrenador, Efraín Juárez ha revolucionado Atlético Nacional. Llegó al banquillo en agosto y, para diciembre, ya celebraba un doblete histórico: campeón de Liga y Copa.
No sin polémica, críticas y desafíos, como el inolvidable episodio donde la Policía lo escoltó fuera de una sala de prensa tras sus efusivos festejos. Sin embargo, lejos de desanimarlo, todo esto cimentó su conexión con el equipo y afianzó la unión del grupo.
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“Fue como la punta del iceberg”, afirma Juárez sobre sus logros. “Lo que más disfrutas es el día a día, superar las circunstancias, crecer como equipo. Desde mi llegada, todo el entorno nos puso a prueba, y eso lo convirtió en una experiencia más especial”, dijo.
Reflexivo y analítico, Efraín confiesa haber dedicado estos días a evaluar cada detalle de su trayectoria reciente, siempre pensando en cómo seguir creciendo como institución.
El mexicano llegó envuelto en críticas, como él mismo recuerda. “Nunca había habido tanta expectación en la presentación de un técnico aquí. Había más de 60 periodistas. Muchos decían que era una locura. Pero, como me decía mi abuela: ‘Preocúpate cuando no hablen de ti. Que hablen bien o mal, pero que hablen’”.
Juárez se define como un “líder progresivo y cercano” que adapta su estilo a las necesidades del equipo. Esa filosofía quedó clara en un episodio que marcó al plantel: tras un clásico intenso contra Independiente Medellín, con una clasificación a la final en juego, su celebración fue tan efusiva que terminó siendo llevado por la Policía a una comisaría del estadio.
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“Jamás imaginé algo así”, recuerda. “Lo que más me impactó fue la reacción de mi grupo. Cuando intentaron llevarme, todos salieron a defenderme y dijeron: ‘Si te lo llevas a él, nos llevas a todos’. Ese momento consolidó la familia que somos. Si hubiese sido al revés, yo habría hecho lo mismo por ellos. Detalles así, que algunos intentan usar en tu contra, terminan siendo el combustible para lograr grandes cosas”.
Para Juárez, la clave de su método es la cercanía. “Me gusta preguntar, involucrar a los jugadores, entenderlos. Ser para ellos no solo un entrenador, sino también una figura de apoyo. Cuando confías en tu grupo, ellos confían en ti, y eso se refleja en el campo”.
Con la Supercopa a la vuelta de la esquina, Juárez sabe que el éxito pasado no garantiza el futuro.
“Lo más difícil no es llegar a la cima, es mantenerse. Después de ganar, el reto es que nadie se acomode. El conformismo es nuestro peor enemigo. Si alguien siente que ya lo logró todo, será momento de buscar nuevos retos. Y eso incluye a todos, empezando por mí”, dijo.
Sobre su contrato, que tiene un año más de vigencia, asegura que la relación con el club es de mutua confianza. “Atlético Nacional me dio la oportunidad de mi vida, y eso lo valoro profundamente. El reconocimiento no es solo para mí, sino para mi cuerpo técnico. Estoy seguro de que llegaremos a un acuerdo, porque esto no es un tema de dinero, sino de confianza y amor por el proyecto”.
Efraín Juárez tiene claro que esta es solo la primera etapa de un camino prometedor. Su liderazgo progresivo y su capacidad para inspirar a su equipo prometen mantenerlo en el centro de la conversación, tal como su abuela lo habría querido.