La pizarra del Barcelona de Xavi Hernández sorprendió en la ida de los dieciseisavos de final ante el Manchester United (2-2) con la variación de los integrantes de la parte izquierda de la defensa, dando entrada al autor del 1-0, Marcos Alonso, como central zurdo, y a un Jordi Alba como lateral que llegó recurrentemente con peligro en el primer tiempo.
La baja de Dembélé está comportando que Xavi instaure el 4-4-2 con un ataque con un solo extremo: Raphinha partiendo desde la derecha. Pero este jueves la asimetría dio más poder a la banda izquierda, que quedó totalmente libre para que Jordi Alba la recorriera a su antojo ante el desnortado Aaron Wan-Bisaka. Marcos Alonso se encargó del papel de guardián.
De hecho, las dos mejores ocasiones de gol del Barcelona en el primer tiempo nacieron de las botas del de l’Hospitalet de Llobregat. En la primera, subió la banda izquierda para asistir a Robert Lewandowski en la frontal del área. Era el minuto 9 y el delantero polaco se topo con David de Gea.
Y, en el 37, Jordi Alba robó un balón en la salida de balón del Manchester United ante la pasividad de Wan-Bisaka y otra vez el portero español tuvo que intervenir. Esta vez, para evitar el tanto de su excompañero de selección.
Mientras tanto, en el primer tiempo prácticamente no llegaron noticias desde la banda derecha. Raphinha se frustró una vez y otra vez en sus intentos de desbordar la defensa inglesa, lejos del nivel esperanzador que mostró en el triunfo ante el Sevilla (3-0) en el último partido disputado en el Spotify Camp Nou y en el que acabó plasmando en el segundo tiempo ante el Manchester United.
Precisamente, cuando el brasileño empezó a alzar la voz fue desde una posición centrada y con un saque de esquina. Nada más empezar el segundo tiempo, probó una volea desde la frontal del áreaa que se marchó fuera por poco y después puso un balón en la cabeza de Marcos Alonso que se convirtió en el 1-0 y en un homenaje del defensa español a su padre recientemente fallecido.
La gasolina de Jordi Alba y Marcos Alonso se acabó a falta de 25 minutos para el final, cuando el Manchester United ya había remontado el encuentro, y Xavi los reemplazó por Alejandro Balde y Andreas Christensen, quienes se esperaba que fueran titulares.
Además, la entrada de Ansu Fati por Franck Kessié instauró el 4-3-3. A partir de ahí, el partido enloqueció. Raphinha, con un centro desde la banda derecha, acabaría empatando el encuentro con un centro que se envenenó al no tocarlo Robert Lewandowski y el Barcelona hubiese podido ganar en un ataque de épica.
El dulce momento de ambos equipos disfrazó de eliminatoria fantasiosa de Liga de Campeones este duelo de dieciseisavos de Liga Europa y las expectativas hasta se superaron en el terreno de juego con una segunda parte atrevida, de mucha calidad, en la que tan solo fallaron los sistemas defensivos.
La importancia que los seguidores azulgranas le dieron al partido se pudo notar desde antes del inicio del encuentro, cuando el Camp Nou cantó a capela la segunda estrofa del ‘Cant del Barça’, un hecho que tan solo sucede en la antesala de las noches mágicas.
Además, cuando Maurizio Marianio, el árbitro italiano del encuentro, ejecutó el silbido inicial quedaban pocos asientos vacíos en el feudo azulgrana a pesar de tratarse de un partido de media tarde de un día laborable. Al final, la asistencia fue de 90.225 espectadores, que disfrutaron de un espectáculo de Europa League.
MPP