Con un gol en el minuto 90 de Stephan El Shaarawy que hizo explotar a José Mourinho en el banquillo, la Roma salvó los muebles ante un Monza (1-0) que jugó en inferioridad numérica toda la segunda parte pero que complicó sobremanera al combinado 'giallorosso', de nuevo incapaz de hacer daño sin la varita mágica de Paulo Dybala.
El partido volvió a dejar entrever las costuras de esta Roma sin Paulo Dybala, un duelo ante un combativo Monza en el que por momentos estuvo más cerca de recibir el gol en contra que de encontrar el tanto salvador, pese a la superioridad numérica desde la primera mitad, que a la postre encontró en un El Shaarawy que vive una segunda juventud a las órdenes de Mourinho.
Fue la expulsión del central del Monza, Danilo D'Ambrosio, rigurosa tras una segunda tarjeta muy protestada por el Monza, lo que marcó claramente un partido cerrado, que no tuvo apenas situaciones claras de gol, especialmente en una primera mitad muy dividida en el Estadio Olímpico de Roma, pese a la necesidad imperante de la Roma de una victoria que certificase su mejoría tras un inicio dubitativo de campaña.
Fue quedarse el Monza con un hombre menos y el combinado de José Mourinho se hizo claramente con el dominio del partido. Al menos en lo que a posesión se refiere. La tuvo Belotti justo antes de que el colegiado pitara el final del primer acto, pero su remate de cabeza lo salvó bajo palos Di Gregorio, que se encontró con el balón casi de manera instintiva.
El Monza, consciente de sus escasas oportunidades de salir victorioso del duelo con una lucha directa, decidió, condicionado por su inferioridad, hundirse y mantener un bloque bajo con la esperanza de sacar petróleo en alguna de las numerosas contras que dispuso ante una Roma volcado y que tuvo que frenar Rui Patricio bajo palos, sufriendo más de lo esperado teniendo en cuenta la superioridad numérica de su equipo, incapaz de frenar a Vignato, desatado en el ataque del Monza.
Le funcionó a la perfección el plan a los visitantes porque la Roma, sin Dybala, mantiene la incapaz de la pasada campaña de deshacer los entramados defensivos en partidos cerrados. Ante la falta de calidad en esa zona de tres cuartos, esa clarividencia que aporta siempre el campeón del mundo en los momentos difíciles, la 'Loba' tiende casi de manera natural al centro lateral que a la postre acabó surtiendo efecto.
Si cambió ligeramente la entrada de Azmoun por Belotti. El iraní agitó el partido con su potencia y liberó a Lukaku en varias ocasiones para que el belga, referencia ofensiva indiscutible de los de Mourinho, gozara de dos ocasiones claras para desbloquear el partido, desbaratadas por el palo -la primera- y por la gran intervención de Pablo Marí -la segunda-.
Pero Azmoun no solo permitió que Lukaku pudiera tener ocasiones, sino que contagió su energía al resto de compañeros, cada vez más abatidos por el paso de los minutos y las posesiones estériles que desembocaban en contras casi constantes del Monza, y gozó en su pies del empate con un disparo que acabó en la segunda madera de los locales, frustrados viendo cómo no podían derribar el muro de Di Gregorio, impecable bajo palos.
Pero la insistencia de la Roma con el centro lateral acabó generando la deseada recompensa. Zalewski cruzó el balón al segundo palo, Kristensen remató de cabeza al corazón del área donde Azmoun remató con todo al cuerpo de la zaga. El balón se quedó suelo en el aire y El Sharaawy acabó con la angustia romanista fusilando al meta rival con un derechazo imparable que cerró el partido.
Con la tensión acumulada del partido, la actividad del banquillo del Monza provocó la reacción de Mourinho, expulsado por hacer gestos al banquillo rival insinuando que solo hablaban y lloraban.
La Roma suma su cuarta victoria consecutiva, la tercera en liga, y vuelve virtualmente a puestos europeos.