Hace mucho tiempo que un deportista no unía a la ciudad como lo hizo Marco Verde en París 2024. Mazatlán vivió un viernes convulso. No fue por un partido de los Venados o de los Cañoneros, fue por un joven surgido de la colonia Montuosa, en el corazón del puerto del Pacífico que paró por unas horas para ver al nuevo orgullo de la delegación mexicana.
Y es la el ascenso de Marco como figura deportiva del país en los Juegos Olímpicos fue igual de intrépida a la organización de una celebración que creció en muy pocas horas.
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En la casa de Marco, los vecinos verían la pelea final por el oro con unos cuantos, sin embargo, al final, fue toda la colonia. Se esperaban 200 personas, pero al final asistieron cerca de 800, se unieron a la fiesta incluso visitantes de otros estados.
Pero en el otro lado de la ciudad, la familia Verde vivía con muchos nervios su batalla. En restaurante que lució atiborrado, los hermanos, tíos, primos, sobrinos y el abuelo esperaban el combate con mucha expectativa, pero con muchas vibras para el nuevo orgullo de la ciudad.
Las tías se comían las uñas, los niños gritaban y brincaban, el abuelo miraba con orgullo a aquel nieto que cargó cuando apenas tenía unos meses, los hermanos al borde de las lágrimas veían como su compañero de vida daba hasta la última gota de esfuerzo para obtener una presea histórica que al final no llegó, pero que para todos es el nuevo campeón.
“Lo vi muy bien, para mí fue el campeón, él es un deportista dorado, el resultado que dio la verdad fue el esperado para uno, lo dio todo sobre el ring. Me siento muy orgulloso de él, la verdad. Ha tenido muchos sacrificios, ha obtenido muy buenos logros y mira a dónde ha llegado”, dijo orgulloso Manuel Verde, su hermano.
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Y es que no era para menos. Tres generaciones de los Verde corearon en un mismo grito “Marco, Marco” durante tres rounds que por momentos se volvieron eternos.
Karen Verde, la hermana mayor de Marco, no imaginaba que el pequeño niño que de un de repente dejó el beisbol por el boxeo uniría a toda la ciudad.
“Él hizo lo mejor que pudo, fue una muy buena pelea, boxeó muy bien, pero pues los resultados favorecieron al otro, estamos bien felices. Hemos vivido todo el proceso y es una recompensa, el oro ya era un plus, sabíamos que iba a ser difícil, repito, entonces estamos bien contentos, bien felices y bien orgullosos de él. El apoyo de todo Mazatlán fue espectacular, contentos por sentir el cariño que le tienen a mi hermano y el resultado está bien, está perfecto, está muy bien. Lo amo y que estoy bien orgullosa de él, que es mi chingón”.
Unos minutos después de terminar el combate, el teléfono sonó y la música sinaloense paró. Era Marco, quien, desde París, no se volvió de los suyos. De inmediato se hizo una bola. Todos querían aparecer en la pequeña pantalla del celular para ver al medallista de que hizo soñar a México.
“Felicidad más que nada, porque una medalla no la trae cualquiera. Por la forma en que se prepara, yo siempre confío en él, la familia confiamos en él. Y sí, en realidad sí lo pensamos (que haría historia en París), ojalá y se hubiera dado la de oro, pero estamos más que contentos con la plata. Toda la familia está muy orgullosa de él, toda la colonia, todo Mazatlán, todo México está orgulloso de él”, culminó Érick, el tercero de los hermanos.
Al final de la tarde, la familia caminó por el malecón, con el pecho lleno de orgullo, hasta la colonia Montuosa, donde aún los esperaban los vecinos. Marco, el niño deportista, hizo que Mazatlán parara por un día.
RJ